Por: Elaine Pagels
Los intérpretes Gnósticos comparten con los hindúes y con Eckhart la misma creencia: el ser divino se oculta profundamente en el interior de la naturaleza humana y también en su exterior y, aunque con frecuencia no lo percibimos, es un potencial espiritual latente en la psique humana. Según Tolomeo, seguidor de Valentín, la historia de Adán y Eva demuestra que la humanidad «cayó» en la consciencia ordinaria y perdió contacto con su origen divino. Otro seguidor de Valentín, el autor del Evangelio de Felipe, dice que los seres humanos cometieron el error de proyectar la divinidad sobre seres externos a ellos mismos, y de este modo crearon la religión: «En el principio Dios creó a la humanidad. Pero ahora la humanidad crea a Dios. De esta manera ocurre en el mundo: los seres humanos inventan a los dioses y adoran su creación. ¡Sería más adecuado que los dioses adoraran a los seres humanos!»
Algunos Gnósticos adoptaron un modelo de interpretación similar al de Filón, pero cambiaron el contenido. En lugar de tipificar la psicodinámica humana, como había hecho Filón, desde el punto de vista de la interacción entre mente y sensación, los Gnósticos la dibujaron en términos de interacción entre alma y espíritu, es decir, entre la psique (la consciencia ordinaria, entendida como mente y sensación) y el espíritu, el potencial para una más elevada consciencia espiritual. En consecuencia, muchos Gnósticos entendían la historia de Adán y Eva como un relato de lo que acontece en el interior de una persona embarcada en el proceso del propio descubrimiento espiritual. El texto Gnóstico titulado Interpretación del alma explica, por ejemplo, cómo el alma, representada en Eva, se aliena de su naturaleza espiritual, y mientras niegue y se distancie de esta naturaleza espiritual, caerá en la autodestrucción y el sufrimiento. Pero si desea reconciliarse y reunirse con su naturaleza espiritual, de nuevo será un todo. El autor Gnóstico explica que el sentido oculto del matrimonio de Adán y Eva es este proceso de integración espiritual: «Este matrimonio los ha vuelto a unir, y el alma se ha reunido con su verdadero amor, su auténtico dueño», es decir, con su ser espiritual. Muchos otros textos Gnósticos invierten el simbolismo. La mayoría de los textos Gnósticos conocidos describen a Adán (no a Eva) como representante de la psique, porque Eva representa el principio más elevado, el ser espiritual. Los autores Gnósticos prefieren contar, con algunas variaciones, la historia de Eva como esa inaprehensible inteligencia espiritual: cómo surgió por primera vez en el interior de Adán y despertó en él, el alma, la consciencia de su naturaleza espiritual; cómo encontró resistencia, fue incomprendida, atacada y tomada por lo que no era; y por último cómo se unió a Adán «en matrimonio», por así decirlo, y de este modo llegó a vivir en armoniosa unión con el alma. Según el texto Gnóstico titulado Realidad de los gobernantes, cuando al principio Adán reconoció a Eva, no vio en ella una mera compañera matrimonial sino un poder espiritual: «Y cuando la vio, dijo "eres tú quien me ha dado la vida: serás llamada Madre de los Vivos [Eva], pues es ella mi Madre. Ella es el Médico, y la Mujer, y La que ha dado a luz"».
La Realidad de los gobernantes llega a decir que cuando el creador aconsejó a Adán que ignorase la voz de ella, éste perdió contacto con el espíritu hasta que ella se le reapareció en forma de serpiente:
Entonces el Principio Espiritual Femenino llegó [en] la Serpiente [pl.], la Instructora; y [les] enseñó diciendo, «¿Qué es lo que [os dijo]»? [pl.] ¿Fue esto: «De todos los árboles comerás [sing.]; pero del [árbol] del conocimiento del mal y del bien no comerás»?
La Mujer carnal dijo «No sólo dijo "No comáis" sino "No lo toquéis; porque el día en que comáis de él, de muerte moriréis"».
Y la Serpiente, la Instructora, dijo: «de muerte no moriréis; pues por celos os dijo eso. En cambio vuestros ojos se abrirán y seréis como dioses, conocedores del mal y del bien». Y el Principio Instructor Femenino abandonó la serpiente y dejó tras sí tan sólo una cosa de la tierra. (Hipóstasis de los Arcontes).
Un extraordinario poema Gnóstico titulado El Trueno, el Nous perfecto describe el espíritu, que se manifiesta indistintamente como Sabiduría y como Eva, de la siguiente manera:
Yo soy el principio y el fin.
Soy la honrada y la escarnecida.
Soy la puta y la santa.
Soy la esposa y la virgen.
Soy la novia y el novio,
y es mi esposo quien me engendró.
Soy conocimiento e ignorancia...
Soy necia y sabia...
Soy aquella a quien llaman vida [Eva]
y vosotros le habéis llamado Muerte ...
El Libro secreto de Juan sugiere que la experiencia de Adán despertando a la presencia de Eva prefigura la del Gnóstico que, sumido en un estado de amnesia, despierta de pronto a la presencia del espíritu oculto en las profundidades de su interior. El Libro Secreto de Juan concluye con la llamada de Eva, «la perfecta inteligencia primordial», a Adán —a la psique (y así, en verdad, a ti y a mí, los lectores)— para despertar, reconocerla y recibir de este modo la iluminación espiritual:
Y entré en medio de esta prisión, la prisión del cuerpo.
Dije: «Que quien oiga se alce de su sueño profundo».
Un durmiente lloró y derramó lágrimas amargas. Secándoselas, el durmiente dijo:
«¿Quién pronuncia mi nombre?¿Cuál es la fuente de ésta esperanza que ha venido a mí,
morando en la atadura de la prisión?».
Yo dije: «Yo soy el Pensamiento Anterior [pronoia] de la luz pura.
Yo soy el Pensamiento del Espíritu virgen... Levántate,
recuerda que has oído, y busca tu raíz:
pues yo soy compasivo ...
y ten cuidado con el sueño profundo.»
Los cristianos Gnósticos que proyectaban estas «raras invenciones» sobre el Génesis ignoraban las cuestiones de moralidad práctica o, al menos, de eso los acusaba el obispo Ireneo y a primera vista deberíamos estar de acuerdo. Pues mientras sus coetáneos cristianos trazaban preceptos morales a partir del Génesis, ciertos cristianos Gnósticos parecían estar simplemente improvisando mitos sobre la historia del paraíso. Algunos Gnósticos se atrevieron a ir más lejos: en lugar de culpar al deseo de conocimiento humano de ser la raíz de todo pecado, hicieron lo contrario y buscaron la redención a través de la Gnosis. Y mientras los ortodoxos solían culpar a Eva de la caída y señalaban la sumisión de las mujeres como merecido castigo, los Gnósticos solían describir a Eva —o al poder espiritual femenino que representaba— como la fuente del despertar espiritual.
No obstante, muchos cristianos Gnósticos se enfrentaban a las mismas apremiantes cuestiones éticas que preocupaban a sus coetáneos ortodoxos: ¿deben los cristianos evitar o aceptar el matrimonio? ¿Se ordenó a los cristianos, como a los judíos, «sed fecundos y multiplicaos»? ¿Qué tipo de relación es posible, o deseable, entre los hombres y las mujeres cristianos? Sin embargo, cuando los cristianos Gnósticos se planteaban estas preguntas las abordaban de un modo diferente al de sus coetáneos ortodoxos. En lugar de formular un conjunto de reglas comunitarias, algunos cristianos Gnósticos buscaban en cambio descubrir y articular —precisamente mediante las «raras invenciones» del mito Gnóstico— las fuentes internas del deseo y de la acción. Lo que les fascinaba era la psicodinámica o, como ellos dirían, la pneumatopsicodinámica: la interacción entre la pneuma, el elemento espiritual de nuestra naturaleza, y la psique, es, decir, los impulsos emocionales y mentales. El autor valentiniano del Evangelio de Felipe, hablando en lenguaje mítico, dice, por ejemplo, que la muerte empieza cuando «la mujer se separa... del hombre», es decir, cuando Eva (el espíritu) se separa de Adán (la psique). Sólo cuando la propia psique, o la consciencia ordinaria, se integra en la propia naturaleza espiritual —cuando Adán se reúne con Eva, «complementándose de nuevo»— se puede lograr la armonía y la plenitud internas. Según este autor valentiniano, sólo la persona que ha «vuelto a casar» la psique con el espíritu es capaz de resistirse a los impulsos físicos y emocionales que, incontrolados, podrían conducirle o conducirla hasta la autodestrucción y el mal. Ireneo estaba equivocado al sugerir que los cristianos Gnósticos ignoraban las cuestiones morales. Algunas veces los abordaban de una manera que alentaba a cada persona, fuese hombre o mujer, a explorar su propia experiencia interna, creyendo que todos pueden descubrir al espíritu en su interior. Comentando este método, Ireneo dijo con sarcasmo: «creen que por medio de sus oscuras interpretaciones, ¡cada uno de ellos ha descubierto un dios propio!». Pero a Ireneo le preocupaba sobre todo que los cristianos Gnósticos abordasen las cuestiones morales de un modo que les hacía parecer indiferentes —o, lo que es peor, insubordinados— a la ética de la comunidad que los obispos pretendían imponer por igual a todos los creyentes.
Mientras tanto, ciertos Gnósticos radicales, lejos de criticar a los obispos por ser demasiado severos, los criticaban por ser demasiado indulgentes. Uno de estos cristianos Gnósticos, el autor de Testimonio de la verdad, se puso de parte de los ascéticos y se burló tanto de los Gnósticos como de los ortodoxos que defendían el matrimonio y la procreación y adoraban al Dios que había creado estas impurezas. Este maestro radical se atrevió a relatar la historia del paraíso desde el punto de vista de la serpiente, a la que describió como una maestra de sabiduría divina que trataba desesperadamente de abrir los ojos de Adán y Eva a la verdadera —y despreciable— naturaleza de su creador: «Pues la serpiente era la más sabia de todos los animales que estaban en el paraíso... Pero el creador maldijo a la serpiente, y la llamó demonio. Y dijo: "¡He aquí que Adán se ha convertido en uno de nosotros, conocedor del mal y del bien!"».
Entonces dijo: «Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida, y comiendo de él viva para siempre» (Génesis 3:22). ¿Quién es este Dios que llama al mal «bien» y al bien «mal»?
¿Qué clase de Dios es éste? Primero envidió que Adán comiera del árbol de la ciencia... Y luego dijo: «Adán, ¿dónde estás?» Dios no tiene presciencia, pues no lo sabía desde el principio. Y poco después dijo «Expulsémosle de este lugar no vaya a ser que coma del árbol de la vida y viva para siempre». Seguramente demostraba ser un maligno envidioso. Y ¿qué clase de Dios es éste? Grande es la ceguera de aquellos que leen y no entienden.
¿Qué dirigente de la Iglesia no habría parado los pies a un crítico que daba la vuelta al relato del Génesis y maldecía a los cristianos que se casaban o se dedicaban a asuntos corrientes por ignorantes, falsos y estúpidos? El mismo autor Gnóstico atacó a los propios mártires por «hueros mártires que sólo daban testimonio de sí mismos», y llamaba a sus dirigentes «guías ciegos», en el mejor de los casos, inmaduros, y en el peor, embusteros.
Los intérpretes Gnósticos comparten con los hindúes y con Eckhart la misma creencia: el ser divino se oculta profundamente en el interior de la naturaleza humana y también en su exterior y, aunque con frecuencia no lo percibimos, es un potencial espiritual latente en la psique humana. Según Tolomeo, seguidor de Valentín, la historia de Adán y Eva demuestra que la humanidad «cayó» en la consciencia ordinaria y perdió contacto con su origen divino. Otro seguidor de Valentín, el autor del Evangelio de Felipe, dice que los seres humanos cometieron el error de proyectar la divinidad sobre seres externos a ellos mismos, y de este modo crearon la religión: «En el principio Dios creó a la humanidad. Pero ahora la humanidad crea a Dios. De esta manera ocurre en el mundo: los seres humanos inventan a los dioses y adoran su creación. ¡Sería más adecuado que los dioses adoraran a los seres humanos!»
Algunos Gnósticos adoptaron un modelo de interpretación similar al de Filón, pero cambiaron el contenido. En lugar de tipificar la psicodinámica humana, como había hecho Filón, desde el punto de vista de la interacción entre mente y sensación, los Gnósticos la dibujaron en términos de interacción entre alma y espíritu, es decir, entre la psique (la consciencia ordinaria, entendida como mente y sensación) y el espíritu, el potencial para una más elevada consciencia espiritual. En consecuencia, muchos Gnósticos entendían la historia de Adán y Eva como un relato de lo que acontece en el interior de una persona embarcada en el proceso del propio descubrimiento espiritual. El texto Gnóstico titulado Interpretación del alma explica, por ejemplo, cómo el alma, representada en Eva, se aliena de su naturaleza espiritual, y mientras niegue y se distancie de esta naturaleza espiritual, caerá en la autodestrucción y el sufrimiento. Pero si desea reconciliarse y reunirse con su naturaleza espiritual, de nuevo será un todo. El autor Gnóstico explica que el sentido oculto del matrimonio de Adán y Eva es este proceso de integración espiritual: «Este matrimonio los ha vuelto a unir, y el alma se ha reunido con su verdadero amor, su auténtico dueño», es decir, con su ser espiritual. Muchos otros textos Gnósticos invierten el simbolismo. La mayoría de los textos Gnósticos conocidos describen a Adán (no a Eva) como representante de la psique, porque Eva representa el principio más elevado, el ser espiritual. Los autores Gnósticos prefieren contar, con algunas variaciones, la historia de Eva como esa inaprehensible inteligencia espiritual: cómo surgió por primera vez en el interior de Adán y despertó en él, el alma, la consciencia de su naturaleza espiritual; cómo encontró resistencia, fue incomprendida, atacada y tomada por lo que no era; y por último cómo se unió a Adán «en matrimonio», por así decirlo, y de este modo llegó a vivir en armoniosa unión con el alma. Según el texto Gnóstico titulado Realidad de los gobernantes, cuando al principio Adán reconoció a Eva, no vio en ella una mera compañera matrimonial sino un poder espiritual: «Y cuando la vio, dijo "eres tú quien me ha dado la vida: serás llamada Madre de los Vivos [Eva], pues es ella mi Madre. Ella es el Médico, y la Mujer, y La que ha dado a luz"».
La Realidad de los gobernantes llega a decir que cuando el creador aconsejó a Adán que ignorase la voz de ella, éste perdió contacto con el espíritu hasta que ella se le reapareció en forma de serpiente:
Entonces el Principio Espiritual Femenino llegó [en] la Serpiente [pl.], la Instructora; y [les] enseñó diciendo, «¿Qué es lo que [os dijo]»? [pl.] ¿Fue esto: «De todos los árboles comerás [sing.]; pero del [árbol] del conocimiento del mal y del bien no comerás»?
La Mujer carnal dijo «No sólo dijo "No comáis" sino "No lo toquéis; porque el día en que comáis de él, de muerte moriréis"».
Y la Serpiente, la Instructora, dijo: «de muerte no moriréis; pues por celos os dijo eso. En cambio vuestros ojos se abrirán y seréis como dioses, conocedores del mal y del bien». Y el Principio Instructor Femenino abandonó la serpiente y dejó tras sí tan sólo una cosa de la tierra. (Hipóstasis de los Arcontes).
Un extraordinario poema Gnóstico titulado El Trueno, el Nous perfecto describe el espíritu, que se manifiesta indistintamente como Sabiduría y como Eva, de la siguiente manera:
Yo soy el principio y el fin.
Soy la honrada y la escarnecida.
Soy la puta y la santa.
Soy la esposa y la virgen.
Soy la novia y el novio,
y es mi esposo quien me engendró.
Soy conocimiento e ignorancia...
Soy necia y sabia...
Soy aquella a quien llaman vida [Eva]
y vosotros le habéis llamado Muerte ...
El Libro secreto de Juan sugiere que la experiencia de Adán despertando a la presencia de Eva prefigura la del Gnóstico que, sumido en un estado de amnesia, despierta de pronto a la presencia del espíritu oculto en las profundidades de su interior. El Libro Secreto de Juan concluye con la llamada de Eva, «la perfecta inteligencia primordial», a Adán —a la psique (y así, en verdad, a ti y a mí, los lectores)— para despertar, reconocerla y recibir de este modo la iluminación espiritual:
Y entré en medio de esta prisión, la prisión del cuerpo.
Dije: «Que quien oiga se alce de su sueño profundo».
Un durmiente lloró y derramó lágrimas amargas. Secándoselas, el durmiente dijo:
«¿Quién pronuncia mi nombre?¿Cuál es la fuente de ésta esperanza que ha venido a mí,
morando en la atadura de la prisión?».
Yo dije: «Yo soy el Pensamiento Anterior [pronoia] de la luz pura.
Yo soy el Pensamiento del Espíritu virgen... Levántate,
recuerda que has oído, y busca tu raíz:
pues yo soy compasivo ...
y ten cuidado con el sueño profundo.»
Los cristianos Gnósticos que proyectaban estas «raras invenciones» sobre el Génesis ignoraban las cuestiones de moralidad práctica o, al menos, de eso los acusaba el obispo Ireneo y a primera vista deberíamos estar de acuerdo. Pues mientras sus coetáneos cristianos trazaban preceptos morales a partir del Génesis, ciertos cristianos Gnósticos parecían estar simplemente improvisando mitos sobre la historia del paraíso. Algunos Gnósticos se atrevieron a ir más lejos: en lugar de culpar al deseo de conocimiento humano de ser la raíz de todo pecado, hicieron lo contrario y buscaron la redención a través de la Gnosis. Y mientras los ortodoxos solían culpar a Eva de la caída y señalaban la sumisión de las mujeres como merecido castigo, los Gnósticos solían describir a Eva —o al poder espiritual femenino que representaba— como la fuente del despertar espiritual.
No obstante, muchos cristianos Gnósticos se enfrentaban a las mismas apremiantes cuestiones éticas que preocupaban a sus coetáneos ortodoxos: ¿deben los cristianos evitar o aceptar el matrimonio? ¿Se ordenó a los cristianos, como a los judíos, «sed fecundos y multiplicaos»? ¿Qué tipo de relación es posible, o deseable, entre los hombres y las mujeres cristianos? Sin embargo, cuando los cristianos Gnósticos se planteaban estas preguntas las abordaban de un modo diferente al de sus coetáneos ortodoxos. En lugar de formular un conjunto de reglas comunitarias, algunos cristianos Gnósticos buscaban en cambio descubrir y articular —precisamente mediante las «raras invenciones» del mito Gnóstico— las fuentes internas del deseo y de la acción. Lo que les fascinaba era la psicodinámica o, como ellos dirían, la pneumatopsicodinámica: la interacción entre la pneuma, el elemento espiritual de nuestra naturaleza, y la psique, es, decir, los impulsos emocionales y mentales. El autor valentiniano del Evangelio de Felipe, hablando en lenguaje mítico, dice, por ejemplo, que la muerte empieza cuando «la mujer se separa... del hombre», es decir, cuando Eva (el espíritu) se separa de Adán (la psique). Sólo cuando la propia psique, o la consciencia ordinaria, se integra en la propia naturaleza espiritual —cuando Adán se reúne con Eva, «complementándose de nuevo»— se puede lograr la armonía y la plenitud internas. Según este autor valentiniano, sólo la persona que ha «vuelto a casar» la psique con el espíritu es capaz de resistirse a los impulsos físicos y emocionales que, incontrolados, podrían conducirle o conducirla hasta la autodestrucción y el mal. Ireneo estaba equivocado al sugerir que los cristianos Gnósticos ignoraban las cuestiones morales. Algunas veces los abordaban de una manera que alentaba a cada persona, fuese hombre o mujer, a explorar su propia experiencia interna, creyendo que todos pueden descubrir al espíritu en su interior. Comentando este método, Ireneo dijo con sarcasmo: «creen que por medio de sus oscuras interpretaciones, ¡cada uno de ellos ha descubierto un dios propio!». Pero a Ireneo le preocupaba sobre todo que los cristianos Gnósticos abordasen las cuestiones morales de un modo que les hacía parecer indiferentes —o, lo que es peor, insubordinados— a la ética de la comunidad que los obispos pretendían imponer por igual a todos los creyentes.
Mientras tanto, ciertos Gnósticos radicales, lejos de criticar a los obispos por ser demasiado severos, los criticaban por ser demasiado indulgentes. Uno de estos cristianos Gnósticos, el autor de Testimonio de la verdad, se puso de parte de los ascéticos y se burló tanto de los Gnósticos como de los ortodoxos que defendían el matrimonio y la procreación y adoraban al Dios que había creado estas impurezas. Este maestro radical se atrevió a relatar la historia del paraíso desde el punto de vista de la serpiente, a la que describió como una maestra de sabiduría divina que trataba desesperadamente de abrir los ojos de Adán y Eva a la verdadera —y despreciable— naturaleza de su creador: «Pues la serpiente era la más sabia de todos los animales que estaban en el paraíso... Pero el creador maldijo a la serpiente, y la llamó demonio. Y dijo: "¡He aquí que Adán se ha convertido en uno de nosotros, conocedor del mal y del bien!"».
Entonces dijo: «Ahora, pues, cuidado, no alargue su mano y tome también del árbol de la vida, y comiendo de él viva para siempre» (Génesis 3:22). ¿Quién es este Dios que llama al mal «bien» y al bien «mal»?
¿Qué clase de Dios es éste? Primero envidió que Adán comiera del árbol de la ciencia... Y luego dijo: «Adán, ¿dónde estás?» Dios no tiene presciencia, pues no lo sabía desde el principio. Y poco después dijo «Expulsémosle de este lugar no vaya a ser que coma del árbol de la vida y viva para siempre». Seguramente demostraba ser un maligno envidioso. Y ¿qué clase de Dios es éste? Grande es la ceguera de aquellos que leen y no entienden.
¿Qué dirigente de la Iglesia no habría parado los pies a un crítico que daba la vuelta al relato del Génesis y maldecía a los cristianos que se casaban o se dedicaban a asuntos corrientes por ignorantes, falsos y estúpidos? El mismo autor Gnóstico atacó a los propios mártires por «hueros mártires que sólo daban testimonio de sí mismos», y llamaba a sus dirigentes «guías ciegos», en el mejor de los casos, inmaduros, y en el peor, embusteros.