martes, 10 de febrero de 2009

Los Gnósticos de Orleans - X - FINAL


X

La siniestra procesión de obispos, cortesanos, sacerdotes, los soldados, rodeando a las víctimas, atravesaba las olas tormentosas de la multitud, dirigiéndose hacia la real prisión de Châtelet. Se encierra a los Gnósticos. Así mismo, una colosal pira fue preparada en una de las puertas de la ciudad, probablemente en la puerta de Borgoña. El 28 de diciembre, fiesta de los Santos Inocentes, el piadoso verdugo elige entre los prisioneros los dirigentes, doctores, clérigos; a los laicos más eminentes, a las mujeres más devotas y les hace conducir a la espantosa muerte de la combustión.



Estos santos y santas mostraron una alegría celestial. Se disputaban quién sería parte de la falange elegida para la muerte. Ellos mismos, dice el cronista, se presentaban a los verdugos. El rey había tomado catorce, reservando a los otros al in-pace, a la lenta y dolorosa agonía del calabozo. De estos catorce, hay uno que abjura. Los otros entraron cantando en las llamas. Desde el seno de las llamas, Etienne grita que él no sentía ningún dolor. Los milagros surgen para estos mártires. Como Lorenzo, ellos se veían sobre un lecho de rosas. Como los tres hebreos, cantaban en el horno. Sus voces se extinguieron en las llamas, una tras otra.


Pensaba Robert que había matado a la Gnosis.


Sin embargo, la Gnosis no estaba muerta.


En 1023, reaparece en Limoges. En 1025, renace en Arras. Un poco más tarde en Lieja.


En 1200, ella fundó una iglesia en Bardy cerca de Pithiviers. El atroz Robert fue el primer que, en Francia, inventó la hoguera como castigo para los herejes. Julien Haves lo ha demostrado en una sabia investigación. Desde entonces, la hoguera no funcionó más.


El abominable rey, que la engañosa historia llama el Piadoso, estaba tan orgulloso de su criminal invención que en ese mismo año 1022, que databa así uno de sus certificados: "Actum Aurelianis, publice, anne Incarnationis M. XXII... quando STEPHANUS HERESIARCOS et complices ejus damnati et arsi sunt Aurelianis". -Es decir: "Dada en Orleáns públicamente en el año 1022 de la Encarnación, cuando el HERESIARCA ÉTIENNE y sus cómplices, fueron condenados y quemados". Remarquemos esta palabra "Heresiarcos", -príncipe de los Herejes.


Es precioso. Indica que nuestro bienaventurado mártir era el jefe y el doctor de la Gnosis.


¡Dichoso quien cree, quien ama y quien enseña como él!


¡Más dichoso quien sabe, al igual que él, sufrir y morir por la Fe! ¡La Santa Gnosis!
Que la fecha del 28 de Diciembre sea sagrada para todos vosotros, mis hermanos y hermanas Iniciados.



JULES STANY DOINEL (La Iniciación. Noviembre de 1889) *

martes, 3 de febrero de 2009

Los Gnósticos de Orleans - VIII - IX


VIII


De hecho, Aréfast entró en la Iglesia de la Gnosis, recibió la imposición de manos, formó parte de las asambleas, en la mesa de los Hermanos y dió y recibió el beso de la paz.


Era sobre finales del año 1022.


El rey Roberto, que ha seguido las operaciones del traidor, convoca un sínodo de prelados y barones. Allí está Odolric, obispo simoníaco de Orleans; Léotheric y Gauzlin, arzobispos de Sens y de Bourges; Francon y Warin, obispos de París y de Beauvais. El 25 de diciembre, Día de Navidad, los Gnósticos reunidos en casa de uno de los Hermanos, celebraban el nacimiento espiritual del Aeon Christos en las almas de los Pneumáticos; Aréfast rezaba y cantaba con ellos. De repente la casa fue rodeada por los soldados, los Hermanos y Hermanas fueron prendidos, cubiertos con cadenas y llevados sin demora ante el Sínodo que, bajo la presidencia del rey y la reina, deliberaba en el coro de la catedral.


Aréfast denunció a los Gnósticos. Warin, obispo de Beauvais, se levantó para luchar contra sus doctrinas. Entonces, el venerable Etienne dijo estas palabras: "¡Cállese, Señor Obispo! Haga con nosotros lo que quiera. Ya -y con una inspirada mirada y un gesto sublime, buscó la bóveda del templo y el cielo que brillaba a través de los vitrales- ya veremos a nuestro Rey que reina en los Cielos. Nos tiende sus brazos, nos llama a su Gloria y nos muestra las alegrías invisibles".


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IX


¡Más duro que el hierro!


Es así como las actas del Sínodo llamaron a estos héroes. Estuvieron durante nueve horas sometidos a interrogatorios, ultrajes y exhortaciones. Pero como se negaban a renunciar a la Gnosis, Robert obliga a los clérigos, sacerdotes y obispos que pronuncien sobre ellos la excomunión. Fuera, la multitud fanática ruge. Se escuchan gritos de muerte y, para contener los disturbios, la reina Constance delante de la puerta romana, con un bastón en la mano, y rodeada de cortesanos, se interpone entre la basílica y la gente enloquecida.


Se había dicho a este pueblo que los herejes invocaban al diablo, quemaban a los niños dando sus cenizas a los enfermos, y que participaban entre ellos en tenebrosas asambleas de monstruosos acoplamientos, donde ni el sexo, la edad o el parentesco eran respetados. Cualquier persona que haya visto a la multitud excitada, cualquiera que haya leído los excesos de la Saint-Barthélemy, de la Liga, las masacres de 1792 y de los Comuneros sabe lo que pueden hacer bandas brutal, crédulas y crueles. Por último, las puertas se abren y el cortejo aparece saludado por clamores homicidas. Los soldados hacen un muro de hierro ante los condenados.


Fue una cosa horrible cuando el bienaventurado Etienne pasa ante la reina, su penitente, arrogante y detestable Constance le golpea en el rostro con su bastón y revienta el ojo del mártir.


continuará.../...