Estamos en unos momentos de bulliciosas fiestas pero… cuando ya no hay ruido y te quedas a solas contigo mismo, cuando consigues aquietar tu mente y parar el flujo de pensamientos… entonces comienzas a disolverte en tu interior, el Silencio te invade y se serena el corazón. Ahí, en ese jardín secreto, te encuentras contigo mismo y con la Realidad.
Cuanto más sabes de la Verdad, más te acercas al Silencio, pues las palabras sólo sirven para comunicarnos hasta determinados niveles, cuando vas más allá de estos, sólo entorpecen, obnubilan y consecuentemente sobran.
A veces, cuando alguien me hace una pregunta, guardo silencio... Las personas quieren que les digas aquello que desean oír, aquello que piensan y, otras veces, lo único que hago es responderme a mí mismo con mi voz.
Ahora, cuando guardo silencio, yo mismo soy la respuesta.
Ninguna palabra podría precisar la belleza de un florecilla, ni podría acercarse siquiera a los luminosos velos de la grandeza del espíritu. Ninguna expresión captaría la dicha de sus caricias; ni sería capaz de capturar, entre sus formas verbales, el aroma de sus besos... ¿Cómo puedo definirla a Ella…? ¿”Sabiduría” como emplearon otros…? Al final, cualquier palabra es siempre triste, pequeña y débil. Ella es la experiencia del silencio, de Mi Silencio... y, aunque lo intente, no tiene nombre.
Los humanos nos hemos acostumbrado a las palabras, y hemos borrado de nuestra memoria qué somos y de dónde hemos venido… En verdad os digo que ahí… ahí en nuestro origen, no hay palabras.
Valorad la alegre franqueza de una sonrisa, estimad el amor que se comparte en un abrazo, o la luz que nos entregan en una mirada… y ahí tampoco hay palabras.
Desde mi silencio a vuestro silencio, un silencio lleno de avenidas de espirituales posibilidades, os deseo una Feliz Navidad Eterna en vuestros corazones, para que en ellos florezca y fructifique la llama de la Gnosis.
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