III
Así es como el Padre y el Hijo (formando una sede con una propia existencia) son un solo Dios de una sola y misma Voluntad, que se encuentra en si mismo, en la sede del fondo concentrado y comprensible, y que posee esta concentración; donde, procediendo, es llamado y es el Espíritu Santo.
La sola voluntad incomprensible de la inmensidad se distingue y se desarrolla así en sí misma, por la primera y eterna concentración, que no tiene en absoluto comienzo, en tres diferentes efectos; pero queda sin embargo en ella una sola y misma voluntad.
La primera voluntad que se llama y es el Padre, engendra en él al Hijo, que es el asiento donde la divinidad se encuentra.
Esta sede de la divinidad, el Hijo del Padre, produce en él la comprensibilidad, y ésta hace la potencia de la Sabiduría divina. Todas las potencias y virtudes de la Sabiduría divina toman pues su origen y su principio del Hijo y en el Hijo; estas potencias son sin embargo en él una sola potencia universal, que es, en sí misma, sensible y comprensible Divinidad, en una sola y misma voluntad y esencia, sin ninguna división, sin ninguna separación, sin ninguna disolución.
[...] la cuarta progresión donde la operación se hace, en la potencia exhalada o emanada, que es la contemplación o la Sabiduría divina; en ella el espíritu de Dios - que toma su origen de la potencia eterna de la eterna voluntad - parece jugar, por decirlo así, con las potencias emanadas, las cuales son una sola potencia, en sí misma. Por esto, se introduce en diferentes formas siguiendo la ciencia o el deseo divino, totalmente como si quisiera formar una imagen, una semejanza de la potencia divina generadora e introducirla en una voluntad o en una vida particular o individual, tal y como un modelo de la única Santa Trinidad.
Es esta imagen o esta semejanza representada o modelada, que hace la alegría o la delicia de la contemplación de la Sabiduría divina.
No hay que imaginarse sin embargo que este modelo sea una imagen perceptible, sensible y mensurable, tal como la criatura, que puede ser descrita y definida, sino que es, por decirlo así, un juego de la imaginación divina, es el principio de la Magia en la cual la creación tomó su comienzo.
Es en esta concentración o modelo mágico, que se forma en la Sabiduría divina, donde podemos concebir la verdadera imagen de Dios [...].
[...] Este eterno Uno podría, de una cierta manera, ser esbozado por la figura de la cifra 1 en un triángulo; no es sin embargo ninguna figura, ni ningún ser mensurable o divisible; pero este Uno es esbozado así, con el fin de que la inteligencia pueda ver así más claro y mejor y reflexionar sobre eso.
Esta divina concentración no es grande ni pequeña; no tiene en ninguna parte comienzo ni fin, excepto allí dónde la ciencia, donde el deseo divino se introduce en una esencia de la contemplación y de la Sabiduría por la fuerza atractiva, allí dónde se introduce en la creación. Por contra, en sí misma, esta concentración o modelación es infinita, y la figuración es indefinible allí.
1 comentario:
Muy buen blog. Gracias.
En cuanto tengas un rato te invito a que veas:
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¡Jacob Boehme es brillante!
Saludos,
Xvarnah
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