domingo, 11 de marzo de 2012

La Tradición Gnóstica y la Divina Madre



Elaine Pagels

Un grupo de fuentes gnósticas comenta haber recibido una tradición secreta, transmitida por Jesús a Santiago y María
Magdalena. Los integrantes de este grupo le rezaban al Padre y a la Madre divinos: "De Ti, Padre y por Ti, Madre, los dos nombres inmortales, Padres del ser divino, y tú, que moras en los cielos, humanidad, de nombre poderoso..."

Desde que el Génesis relató que la humanidad fue creada "macho y hembra" (1:27), algunos concluyeron que Dios, en cuya imagen fuimos hechos, debía ser también masculino y femenino –Padre y Madre al mismo tiempo.

¿Cómo caracterizan esos textos a la divina Madre? No doy con una respuesta simple, ya que los propios textos son extremadamente diversos. Pero sí podemos esbozar tres caracterizaciones primarias. En primer lugar, muchos grupos gnósticos describen a la divina Madre como parte de una pareja originaria. Valentin, el maestro y poeta, parte de la premisa de que Dios es esencialmente indescriptible pero sugiere que la divinidad puede ser imaginada como una díada; que consiste por un lado en lo Inefable, la Profundidad, el Padre Primado: y por otro, la Gracia, el Silencio, la Matriz y la "Madre de Todo". Según el razonamiento de Valentin, el Silencio es el complemento adecuado para el Padre, y designa a aquél como femenino y a éste como masculino debido al género gramatical de las respectivas palabras griegas. A continuación, describe cómo el Silencio recibe, como si fuese una Matriz, la semilla de la Fuente Inefable; y de ahí parten todas las emanaciones del divino ser, ordenadas en pares armoniosos de energías masculina y femenina.

Los seguidores de Valentino le oraban para que los protegiera en su papel de Madre y como "Silencio místico, eterno". Por ejemplo, el Mago Marcos la invoca bajo la forma de la Gracia (en griego, el término femenino Charis): "Que Ella, la que antecede a todas las cosas, la inabarcable e indescriptible Gracia os colme, aumente en vos su propio conocimiento". En su celebración secreta de la misa, Marcos enseña que el vino representa la sangre de la Madre. Al ofrecer la copa de vino, ora para que "la Gracia fluya" en todos los que beban de ella. Marcos, profeta y visionario, se llama a sí mismo "matriz y recipiente del Silencio" (como éste lo es del Padre). Informa que las visiones que ha recibido del ser divino son bajo forma femenina.

Otro escrito gnóstico llamado El Gran Anuncio y citado por Hipólito en su Refutación de todas las herejías, explica así el origen del universo: del poder del Silencio surgió "un gran poder, la Mente del Universo, que administra todo lo que existe, y es macho... la otra... una gran Inteligencia... es una hembra que produce todo lo que existe". Si seguimos el género de las palabras griegas para "mente" (nous-masculino) e "inteligencia" (epinoia-femenino), el autor explica que esos poderes, unidos, "revelan ser la dualidad... Ésta es la Mente en la Inteligencia, y pueden ser separados uno de otro y sin embargo son uno, que se expresa en estado de dualidad". Ello significa, explica el maestro gnóstico, que en todos está [el poder divino] en estado latente... Hay un poder que se divide en arriba y abajo; se genera a sí mismo, se hace crecer a sí mismo, se encuentra a sí mismo, es su propia madre, su propio padre, su propia hermana, su propio hijo –madre, padre, unidad, fuente de todo el círculo de la existencia.

¿Cómo querían estos gnósticos que se entendieran sus enseñanzas? Los distintos maestros no están de acuerdo. Algunos
insistían en que lo divino debía ser considerado andrógino –"el gran poder macho-hembra". Otros afirmaban que esos términos sólo eran metáforas, ya que "en realidad, la divinidad no es macho ni hembra". Un tercer grupo sugería que sólo se puede describir la Fuente originaria en términos masculinos o femeninos, según el aspecto que uno quisiera enfatizar. Quienes propugnaban una u otra de estas ópticas coincidían en que lo divino debe ser entendido en términos de una relación dinámica de opuestos –concepto que puede ser afín a la visión oriental de yin y yang pero que sigue siendo ajena al judaísmo y el cristianismo convencionales...

Aunque algunas fuentes gnósticas sugieren que el Espíritu constituye el elemento femenino de la Trinidad, el Evangelio de
Felipe hace una sugerencia igualmente radical acerca de la doctrina que más adelante se desarrolló bajo la forma de la inmaculada concepción. Una vez más, el Espíritu aquí es Madre y Virgen, contrapartida y consorte del Padre Celestial: "¿Está permitido revelar un misterio? El Padre de todo se unió con la virgen que descendió" –es decir, con el Espíritu Santo que descendió al mundo. Pero como este proceso debe ser entendido en forma simbólica, no literal, el Espíritu se conservó virgen. A continuación, el autor explica cómo "Adán fue engendrado por dos vírgenes, el Espíritu y la tierra virgen" así que "Cristo, por lo tanto, nació de una virgen" (es decir, del Espíritu). Pero el autor ridiculiza a los cristianos de mentalidad literal que erradamente le atribuyen la concepción virginal a María, la madre de Jesús, como si José no hubiese participado en la concepción: "No saben lo que dicen. ¿Cuándo concibió mujer de mujer?" En vez, argumenta, la inmaculada concepción se refiere a la unión misteriosa de dos poderes divinos, el Padre de Todo y el Espíritu Santo.

Además del eterno Silencio místico y del Espíritu Santo, algunos gnósticos sugieren una tercera caracterización de la divina Madre: la Sabiduría. Aquí, el término griego que significa "sabiduría", Sofía, traduce un término femenino hebreo, chokmah. Los primitivos intérpretes se preguntaron por el significado de ciertos pasajes bíblicos –por ejemplo, la afirmación en Proverbios de que "Dios hizo al mundo en la Sabiduría". ¿Es posible que la Sabiduría sea el poder femenino en que la creación de Dios fue "concebida"? Según un maestro, el doble significado de la palabra concepción –físico e intelectual– sugiere esta posibilidad: "La imagen del pensamiento [ennoia] es femenina dado que... es un poder de concepción".

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