domingo, 5 de agosto de 2012

Sobre la Naturaleza del Animus - IV

Emma Jung

El tema principal de la forma cambiante vuelve una vez más en el siguiente sueño donde se exhibe un cuadro de titulo "Urgo, el Dragón Mágico":

En un cuadro se representaban una serpiente o criatura con forma de dragón y una muchacha que estaba bajo su poder. El dragón tenia la habilidad de estirarse en todas direcciones para que la muchacha no pudiese evadir su contacto; ante cualquier movimiento de ella, el se extendía hacia ese lugar y le hacia imposible escapar.

La muchacha, que puede ser interpretada como el alma, en el sentido de la individualidad inconsciente, es una figura recurrente en estos sueños y fantasías. En ese cuadro onírico ella tenia sólo un bosquejo sombrío, con rasgos borrosos. Aun así, completamente bajo el control del dragón, cada uno de sus movimientos era observado y medido por él de modo que no había escapatoria posible para ella. Sin embargo, se ve una evolución en la siguiente fantasía narrada en India:

Un mago hace que una de sus bailarinas actúe delante del rey. Hipnotizada por su magia, la muchacha baila una danza de transformaciones, en la cual, arrojando un velo tras otro, ella va convirtiéndose a una serie de heterogéneos personajes, tanto humanos como Animales. Pero en un momento, a pesar de estar hipnotizada por el mago, el rey ejerce una influencia misteriosa sobre ella. Ella cae cada vez más en éxtasis. Desoyendo la voz del mago que le ordena detenerse, baila sin parar, hasta que finalmente como si su cuerpo fuese el último velo, cae al suelo muerta convertida en un esqueleto. Sus restos son enterrados; sobre la tumba crece una flor, de la flor, a su vez, sale una mujer.

Aquí tenemos el mismo leitmotiv o tema principal, una joven bajo el poder de un mago que le ordena y ella obedece. Pero en la figura del rey, el mago tiene un oponente que pone límite a su poder sobre la muchacha y logra que ella ya no baile por orden de él sino por propia voluntad. La transmutación, sólo sugerida anteriormente, ahora se vuelve realidad pues la bailarina muere y entonces emerge de la tierra transformada y purificada. La dualidad del Animus aquí es importante; por un lado es un mago, por el otro es un rey. En el mago, representa la forma inferior del Animus, la del poder de la magia; hace que la muchacha asuma diferentes roles; mientras que el rey, encarna el principio superior que provoca una real transformación, no solo una dramatización de la misma. Una función importante del Animus personal, es decir, superior, es la de un verdadero psicopompo que inicia y acompaña la transformación del alma.

Una variación de este tema se da en el mismo tipo de sueño: la muchacha tiene un amante fantasma que vive en la luna, y que viene regularmente con la luna nueva para recibir el sacrificio de sangre que ella debe ofrecerle. En el intervalo, la muchacha vive libre entre la gente, como un ser humano. Pero al acercarse la luna nueva, el espíritu la convierte en una bestia rapaz y, obedeciendo a una fuerza irresistible, debe subir hacia una colina y ofrecerle a su amante el sacrificio. Este sacrificio, sin embargo, transforma al espíritu lunar, y él mismo se convierte en la piedra de sacrificio, que se consume a si misma pero se renueva nuevamente, y la sangre humeante se convierte en una planta de la cual nacen muchas hojas y flores de distintos colores. En otras palabras, por medio de la sangre recibida, es decir, la energía psíquica que se le brinda, el principio espiritual pierde su carácter destructivo y peligroso y recibe una vida independiente, una actividad propia. El mismo principio aparece como Barba Azul, una forma de Animus bien conocida que nos llegó en forma de cuento. Barba Azul seduce a las mujeres y las destruye secretamente y por motivos igualmente secretos. En nuestro caso lleva el curioso nombre de Amandus. Engaña a las muchachas para que entren en su casa, les da a beber vino y luego las lleva a un cuarto subterráneo donde las mata. Mientras se prepara para esto, la muchacha cae en una especie de intoxicación. En un repentino impulso de amor, ella abraza a su asesino, quien es inmediatamente despojado de su poder y se disuelve en el aire, luego de prometerle quedarse a su lado en el futuro, como un espíritu guia. Al igual que fue roto el fantasmal encantamiento del consorte-luna por medio del sacrificio de sangre -la energía psíquica-, así también aquí, al abrazar al terrible monstruo, la muchacha destruye su poder a través del amor.

En estas fantasías, observo señales de una importante forma arquetipal de Animus para la que existen paralelos mitológicos, como por ejemplo, el mito de Dionisio. La inspiración extática que poseyó a la bailarina en nuestra primera fantasía y la que atrapo a la muchacha en la historia de Barba Azul-Amandus, es un fenómeno característico del culto Dionisíaco. Se observa también que son las mujeres las que sirven al dios y son penetradas por su espíritu. Roscher hace hincapié en el hecho de que este servicio que las mujeres dan a Dionisio es contrario a la costumbre de que a los dioses los atiendan personas de su propio sexo.

En la historia del espíritu-luna, el sacrificio de sangre y la transformación de la muchacha en un Animal son temas que también encuentran paralelo en el culto a Dionisio. Allí, las desenfrenadas ménades sacrificaban o desmembraban Animales vivos, en un rapto de locura inducido por el dios. Las celebraciones dionisíacas también se diferenciaban de los otros cultos a los dioses olímpicos en que se llevaban a cabo de noche, en el bosque, al igual que en nuestra fantasía donde el sacrificio de sangre se llevaba a cabo de noche al tope de una montaña. Algunas figuras conocidas de la literatura vienen a la memoria en conexión con esto, por ejemplo, The Flying Dutchman (el holandés volador), The Pied Pier of Hamelin or the Rat Catcher (el flautista de Hamelin, o el cazador de ratas), y The Water Man o Elfin King (el Aguatero o Rey Duende) de las canciones tradicionales. Todos ellos emplean la música para engañar a las doncellas y llevarlas a su territorio (sea agua, bosque, castillos, etc.). El "Extraño" en la novela de Ibsen "Lady from the Sea" (dama del mar), es otra figura de este tipo en un entorno moderno. Tomemos por un momento al Flautista de Hamelin como forma característica de Animus. El cuento es conocido: él atraía a las ratas con la música de su flauta; tenían que seguirlo y no sólo las ratas, también los niños de la ciudad -que no había querido pagarle por sus servicios- se sentían irresistiblemente atraídos por él y desaparecían luego en una montaña. Esto nos recuerda a Orfeo que podía sacar un sonido tan mágico de su lira que tanto hombres como bestias se sentían forzados a seguirlo. Este sentimiento de estar irresistiblemente seducido y llevado a lugares desconocidos, a bosques, aguas, montañas o aun al mundo subterráneo, es un fenómeno típico del Animus, y es difícil de explicar; sucede que, al contrario de otras actividades del Animus, este no lleva a la consciencia sino al inconsciente, como se muestra en las desapariciones dentro de la naturaleza o el mundo subterráneo. La Espina del Sueño, de Odin que sumía en un profundo sueño a quien la tocaba, es un fenómeno similar.

El mismo tema está claramente expresado en la obra de Sir James M. Barrie, Mary Rose. En ella, Mary Rose, que había acompañado a su marido en un viaje de pesca, se suponía que estaría esperándolo en una pequeña isla llamada "La-Isla-que-quiere-ser-visitada". Pero, mientras lo espera, escucha que alguien dice su nombre; ella sigue la voz y desaparece. Luego de varios años reaparece exactamente igual como estaba el día de su desaparición, y está convencida que sólo paso unas pocas horas en la isla.

Lo que se manifiesta aquí como el evaporarse en la naturaleza o el mundo subterráneo, o como el pinchazo de una espina, lo experimentamos todos los días cuando nuestra energía psíquica se retrae de la consciencia y de todas las actividades de la vida, desapareciendo dentro de otro mundo, no sabemos cual. Cuando esto sucede, el mundo al que accedemos es más o menos una fantasía consciente o tierra de fábula, donde todo es como lo deseamos o se acomoda para compensar el mundo externo. A menudo estos mundos se hallan tan lejanos y a tal profundidad que no tenemos recuerdo de ellos en nuestra vigilia consciente. Notamos, quizás, que hemos sido arrastrados a algún lugar pero que desconocemos, y aun cuando volvemos en si, no podemos precisar que sucedió en el intervalo.

Para distinguir más de cerca la forma del espíritu que actúa durante estos fenómenos, podríamos comparar sus efectos a los de la música. La atracción y el rapto son frecuentemente provocados por la música, como en el caso de El Flautista de Hamelin. La música puede entenderse como una objetivación del espíritu; no expresa al conocimiento desde el sentido de la lógica común o intelectual, tampoco importa su forma; brinda una representación sensual a nuestras más profundas asociaciones y leyes inmutables. En este sentido, la música es espíritu; espíritu que lleva a distancias oscuras más allá del alcance de la consciencia; su contenido apenas puede expresarse con palabras -es extraño que pueda expresarse más fácilmente con números- aunque, simultáneamente lo hace con el sentimiento y la sensación. Aunque parezca paradójico esto nos muestra que la música nos transporta a las profundidades donde el espíritu y la naturaleza aun son uno -o se han vuelto uno, nuevamente-. Por esta razón, la música constituye una de las más importantes y primordiales formas en las que la mujer experimenta al espíritu. De aquí la importancia que la danza y la música tienen como medio de expresión de la mujer. La danza ritual está claramente basada en contenidos espirituales.

Este arrebato por parte del espíritu hacia regiones musicales cósmicas, lejanas del mundo de la consciencia, forma la contra cara de la mentalidad consciente de las mujeres, que está generalmente dirigida solo a las cosas muy inmediatas y personales. Tal experiencia de arrobamiento, sin embargo no está en absoluto exenta de daño o ambigüedad. Por un lado, puede no ser más que un lapso hacia el inconsciente, un hundirse en ese estado de ensueño, un deslizarse en la naturaleza, equivalente a regresar a un nivel primario de consciencia y por lo tanto, inútil y hasta peligroso. Por otro lado, puede significar una genuina experiencia religiosa, por lo tanto, de gran valor.

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