sábado, 9 de marzo de 2013

Puer Aeternus - II (final)

Marie Louise von Franz

A los puer generalmente les disgustan los deportes que requieren paciencia y un largo entrenamiento, ya que el puer aeternus -en el sentido negativo del término- suele ser muy impaciente. Conozco a un hombre joven, ejemplo clásico del puer aeternus, que practicaba mucho el montañismo, pero era tal su odio a cargar con la mochila que prefirió entrenarse en dormir al aire libre, incluso cuando llovía o nevaba; era capaz de dormir en un agujero hecho por él mismo en la nieve, envuelto en una gabardina de seda y practicando una técnica respiratoria aprendida del Yoga. Se entrenó también a pasar con muy poca comida, simplemente para evitar tener que llevarla a cuestas. Deambuló durante años por varias montañas de Europa y de otros continentes, durmiendo bajo los árboles o en la nieve. En cierto modo llevaba una vida muy heroica simplemente para no verse atado a la necesidad de buscar un refugio o cargar con una mochila. Podría decirse que se trata de algo simbólico, porque este hombre, en su vida real, no quiere cargar con ningún tipo de peso; rechaza absolutamente toda responsabilidad y se niega a asumir la carga de una situación determinada.

En general, la cualidad positiva de estos jóvenes consiste en cierta espiritualidad que proviene de un contacto relativamente próximo con el inconsciente colectivo. Muchos poseen el encanto de la juventud y la animada chispa de un vaso de champagne. Generalmente es muy agradable hablar con ellos, tratan temas interesantes y producen un efecto estimulante en quien les escucha; formulan preguntas profundas y buscan la verdad sin rodeos; suelen estar buscando una experiencia religiosa genuina, búsqueda típica de los jóvenes que se acercan a la edad de veinte años. Normalmente el encanto juvenil del puer aeternus se prolonga a otras etapas de la vida.

Existe, sin embargo, otra clase de puer en quien no se reconoce el encanto de la juventud eterna ni el brillo del arquetipo de la juventud divina. Al contrario, vive continuamente aturdido y atolondrado, característica típica también del adolescente, es un joven adormilado e indisciplinado, que puede pasar horas ocioso y con la mente vagabundeando de modo indiscriminado, hasta el punto de que resulta tentador echarle un cubo de agua fría en la cabeza. Pero la apariencia adormilada corresponde sólo al exterior porque en su interior se aloja una animada fantasía.

Hasta aquí he proporcionado un breve resumen de las características principales de ciertos hombres jóvenes atrapados en un complejo materno e identificados con el arquetipo del puer. He pintado una imagen más bien negativa de esas personas porque es así como se les ve cuando la mirada es superficial, pero, como es evidente, no hemos explicado exactamente cuál es el asunto. 
Lo que verdaderamente me pregunto, lo que, en realidad, me interesa, es saber por qué el problema del hombre joven atado a su madre se ha vuelto tan prevalente en la actualidad. Como se sabe, la homosexualidad -no creo que el donjuanismo se halle tan difundido- va en aumento, incluso entre los adolescentes, y pienso que el problema del puer aeternus se extiende cada vez más. No cabe duda de que las madres intentan siempre retener a sus hijos en el nido y que a algunos hijos les resulta difícil liberarse y han preferido seguir disfrutando de esa cómoda situación. Aun así, no se acaba de entender por qué algo tan natural se ha convertido hoy en un grave problema. Pienso que ésta es la pregunta más importante y más profunda que debemos plantearnos, dado que el resto es más o menos evidente. El hombre que padece un complejo materno tendrá siempre que pugnar con su tendencia a convertirse en un puer aeternus. ¿Existe una cura? Si un hombre descubre que tiene un complejo materno, y que se trata de algo que le ha ocurrido -algo que él mismo no ha causado-, ¿qué puede hacer al respecto? En Símbolos de transformación, el doctor Jung habló de una cura -el trabajo- y, después de señalarla, vaciló un instante y pensó, "¿Se trata verdaderamente de algo tan sencillo? ¿Es ésta la única cura? ¿Es así como debo entenderlo?". "Trabajo" es precisamente la palabra que ningún puer aeternus quiere oír, la más desagradable, y el doctor Jung llegó a la conclusión de que en ella se hallaba la solución. Mi experiencia también me ha mostrado que por medio del trabajo un hombre puede sustraerse a este tipo de neurosis juvenil. Se pueden producir, en este punto, algunos malentendidos porque el puer aeternus es capaz de trabajar  si se siente fascinado o entusiasmado. En tal caso es capaz de trabajar veinticuatro horas seguidas, o incluso más, hasta caer rendido. Pero de lo que no es capaz es de trabajar en una mañana lluviosa y gris, cuando el trabajo es aburrido y uno tiene que forzarse para emprenderlo; esto es algo que el puer aeternus no tolera, y usará cualquier tipo de excusa para evitarlo. En el análisis del puer aeternus, tarde o temprano, siempre se llega a este problema, un problema que sólo puede superarse cuando el ego se ha consolidado lo suficientemente, alcanzando entonces la posibilidad de cumplir con el trabajo. 

Obviamente, por mucho que el objetivo sea el mismo, cada caso individual es diferente; y a mí no me parece que sermonearle a la gente, diciéndole que debería trabajar, sirva de mucho, ya que simplemente se enfada y deja de escuchar.

En muchos de los casos que he presenciado, el mismo in consciente procuró hallar una salida o una solución, es decir, indicar una senda por donde se podía caminar con cierto entusiasmo o por la que la energía psicológica fluyera naturalmente, ya que, como es obvio, resulta más fácil disciplinarse a trabajar en algo que el propio instinto aprueba que oponiéndose al propio flujo de energía. Es por tanto recomendable esperar un poco, averiguar en qué dirección fluyen la energía y el interés natural de la persona, y tratar entonces de que encamine su trabajo en esa dirección. Pero en todo tipo de trabajo hay momentos en los que uno debe enfrentarse a la rutina. Todo trabajo, incluso el trabajo creativo, conlleva cierta cantidad de aburrida repetición, pretexto para que el puer aeternus se evada y vuelva a concluir que "¡esto no es lo que me interesa!". En tales momentos, si a uno le apoya su inconsciente, suelen aparecer sueños indicativos de que conviene perseverar a fin de superar los obstáculos. Si eso ocurre, la batalla está ganada.

En una de sus cartas, Jung dice respecto del puer. "Considero que la actitud del puer aeternus es un mal inevitable.


Identificarse con el puer es una actitud psicológicamente infantil que debería superarse. Siempre conduce a golpes del destino que indican la necesidad de adoptar otra actitud. Pero la razón no consigue nada, porque el puer aeternus es siempre un agente del destino".


Cuando el motivo infantil se manifiesta, representa cierta dosis de espontaneidad, y el gran problema -en cada caso un problema ético individual- consiste en decidir si se trata ahora de una sombra infantil que es preciso aislar y reprimir, o si se trata de algo creativo que se mueve en dirección a una posibilidad vital futura. El niño se encuentra siempre delante y detrás de nosotros. Detrás, es la sombra infantil que debemos abandonar, la niñez a la que debemos renunciar, aquello que siempre tira de nosotros regresivamente y nos hace infantiles, dependientes, perezosos y traviesos y que nos impulsa a eludir los problemas, las responsabilidades y la vida. Por otro lado, si el niño aparece delante nuestro, significa renovación, juventud eterna, espontaneidad y nuevas posibilidades -el flujo de la vida hacia un futuro creativo- El gran problema consiste siempre en decidir, ante cada situación, si se trata de un impulso infantil meramente regresivo o si se trata de un impulso de apariencia infantil pero que, en realidad, debería aceptarse y vivirse, porque nos impulsa hacia adelante.

A veces la solución a este dilema es bastante obvia, por cuanto el contexto de los sueños puede mostrar con mucha claridad de cuál de ellos se trata. Supongamos que un puer aeternus sueña con un niño pequeño; podemos entonces saber, en función del argumento del sueño, si la aparición del niño produce un efecto negativo, en cuyo caso será tratado como una sombra infantil regresiva. Si la misma figura aparece positivamente, en cambio, podemos decir que se trata de algo, en apariencia infantil y ridículo, que debe ser aceptado porque representa una posibilidad vital. Pero si siempre fuera así, el análisis de este tipo de problema sería muy sencilio. Desafortunadamente, como ocurre con todos los productos del inconsciente, el lado destructivo y el lado constructivo, el impulso regresivo y el impulso progresivo, se hallan íntimamente entrelazados. Es por ello que, cuando aparecen tales figuras, resulta muy difícil y, en ocasiones, prácticamente imposible, resolver el dilema.


Desde un punto de vista negativo, el puer aeternus no desea dejar atrás su juventud, superar la etapa juvenil, pero el crecimiento sigue su curso indiferente, hasta que lo destruye; muere a causa del mismo factor en su alma por medio del cual habría podido superar su conflicto. Hay gente que se niega a crecer, a madurar y a afrontar este problema que se va acumulando hasta terminar generando un inconsciente destructivo. En tal caso, uno debe decir, "Por el amor de Dios, haga algo, dése cuenta de que, a medida que el asunto se magnifica, se vuelve cada vez más en su contra y de que, en tal caso, acabará destruyéndolo". Pero puede que ese momento llegue... cuando ya es demasiado tarde, porque el crecimiento destructivo ha absorbido toda la energía.
Frecuentemente, el puer aeternus posee un enorme caudal interior de creatividad, una fantasía rica y vital, pero su rechazo a aceptar la realidad tal y como es obstruye la canalización de dicho caudal que se va acumulando como tras de una presa en lugar de fluir naturalmente y de enriquecer la experiencia vital. La vida interior misma del puer queda entonces represada. Así, por ejemplo, en su día a día, se levanta a las diez y media de la mañana, vaga ociosamente por su casa con un cigarrillo en la boca, dando rienda suelta a sus fantasías y emociones hasta la hora de comer; por la tarde tiene intención de trabajar, pero primero decide encontrarse con un amigo, después sale con una amiga y, por la noche, pasa largas horas discutiendo acerca del sentido de la vida. Por fin se acuesta hacia la una de la noche; y el día siguiente acaba siendo una repetición del anterior. De tal modo su capacidad vital y su riqueza interior van decantándose, dado que no encuentran aplicación en algo que tenga sentido, y lentamente la personalidad real va quedando encubierta. El individuo deambula envuelto en una nube de fantasías que en sí mismas son interesantes, y que están colmadas de ricas posibilidades, colmadas de una vida no vivida. Uno siente que este tipo de personas posee un enorme potencial, pero que no existe modo de realizarlo. Entonces el árbol -la riqueza interior- se vuelve negativo y acaba por matar la personalidad. Es por ello que el árbol suele estar relacionado con el símbolo materno negativo, pues éste es el tipo de peligro asociado al complejo materno, por cuya causa el proceso de individuación puede convertirse en algo negativo.

El niño contempla la vida con ingenuidad, y si uno trae a la memoria su propia infancia, se recordará intensamente vital. A menos que sea ya neurótico, el niño está constantemente interesado en algo. Normalmente, sean cuales sean sus preocupaciones, el niño no se siente distanciado de la vida, al contrario, se siente plenamente vital -siempre y cuando no haya sido marcado por las neurosis de sus padres-. Es por ello que cuando la gente piensa en su propia infancia suele añorar aquella ingenua vitalidad que perdió al ingresar en la edad adulta. El niño es una posibilidad interna, una posibilidad de renovación. Pero ¿cómo integrarlo en la vida real del adulto?


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