Carl G. Jung
La atracción magnética procede aquí del Lógos. Este significa el concepto o idea articulada y formulada, por lo tanto a la vez un contenido y un producto de la conciencia. Así el Lógos está próximo al aqua doctrinae, teniendo el primero el privilegio de la personalidad autónoma y representando la segunda un objeto pasivo del obrar humano. Así como el Lógos está más próximo a la figura del Cristo histórico, así lo está el "agua" al agua mágica aplicada en el rito (ablución, aspersión, bautismo). Nuestros tres ejemplos de efecto magnético apuntan a la vez a tres formas diversas del agente del mismo:
1. El agente es una sustancia pasiva, en sí inanimada, el agua. Se la extrae en cántaros de lo profundo de la fuente, es manipulada por manos humanas, se la utiliza en la medida de las necesidades del hombre. Significa la doctrina accesible, el "aqua doctrinae" o la palabra, (lógos), que se transmite a los otros por el discurso y por el rito.
2. El agente es un ente animado, autónomo, la serpiente. Aparece de modo espontáneo o se la encuentra sorpresivamente; fascina: su mirada es fija, sin interrelación; su sangre es fría; no conoce al hombre: ge desliza sobre el que duerme, y uno al despertar se la encuentra en el zapato quitado, o en el bolsillo... Por eso expresa el miedo a lo inhumano, y a la vez el "temor reverencial" ante lo excelso, lo que está por encima de la esfera humana. Es lo más bajo, el diablo; y lo más alto, el Hijo de Dios, el Lógos, el Noûs, el agathodaímón. La serpiente es una presencia aterradora; uno la encuentra en el lugar inesperado, en el momento inesperado. Como el pez, representa y personifica lo oscuro y abismal, la profundidad acuática, el bosque, la noche y la caverna. Cuando la conciencia primitiva enuncia: "serpiente", significa una vivencia de lo extrahumano. No es algo como una alegoría o una metáfora, sino que su peculiar figura es en sí el símbolo; y no es, esencialmente, que la serpiente signifique al "Hijo" sino que el "Hijo" tiene figura de serpiente.
3. El agente es el Lógos, por una parte idea filosófica y abstracción conceptual del Hijo de Dios personal y corpóreo, por otra la dynamis de la idea y la palabra.
Es claro que estos tres símbolos se esfuerzan por figurar la incognoscible esencia del Dios encarnado. Pero es igualmente claro que en gran medida se hipostasían: es agua real, no meramente figurada, la que encuentra aplicación en el rito; el Lógos es en el principio en arkhêi, y Dios es el Lógos, indudablemente mucho antes de la Encarnación; tan fuerte acento se pone en el aspecto "serpiente", que los ofitas celebraban su eucaristía con una serpiente verdadera, cuyo realismo no era menor que el de la serpiente de Esculapio en Epidauro. Igualmente, el "pez" no es mero lenguaje secreto de los Misterios, sino que, como lo muestran los monumentos, significa algo de por sí. Por otra parte, el pez había alcanzado su significación paleocristiana sin efectivo fundamento en la tradición escrita; mientras que la serpiente puede invocar su fundamento en por lo menos un lógion auténtico.
Los tres símbolos representan fenómenos de asimilación o adopción, que son en sí de índole numinosa y por lo tanto poseen relativa autonomía. Por cierto, si nunca se hubiesen dado, eso habría significado que el anuncio de la figura de Cristo no habría tenido efecto alguno. Esos fenómenos no sólo demuestran la efectividad del anuncio, sino también constituyen la condición indispensable para que pudiera alcanzar efecto; en otras palabras: se trata de los prototipos de la figura anunciada, que estaban latentes en el inconsciente del hombre y por la aparición de Cristo fueron despertados y atraídos como por un magneto. Por eso Meister Eckhart se vale de igual simbolismo para representar la relación de Adán, el hombre primordial, por una parte con Dios y por otra con las criaturas.
Este proceso revoluciona la psique orientada al yo, al poner junto o, mejor, frente a ése, otro centro y meta, caracterizado por múltiples nombres y símbolos: pez, serpiente, centro del gavilán marino, punto, mónada, cruz, paraíso, etcétera. El mito del demiurgo ignorante que se ilusionaba ser el Dios supremo figura, la perplejidad del yo cuando ya no puede negarse al reconocimiento de que una instancia supraordinada lo expulsa del trono supremo. Los "mil nombres" del lapis philosophorum corresponden, por así decirlo, a las múltiples denominaciones del hombre (ánthrópos) entre los gnósticos; y así se ve inmediatamente claro lo que se entiende por ello: se trata del Hombre como unidad mayor y más abarcadora; de la indescriptible totalidad, que consiste en la suma de los procesos conscientes e inconscientes. A esa totalidad, que, al contrario de la psique subjetiva, centrada en el yo, es objetiva, he dado el nombre de sí-mismo, que por lo tanto está en auténtica correspondencia con la idea gnóstica del ánthrópos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario