miércoles, 4 de marzo de 2015

Para Comprender la Psicología del Amor Romántico - I


 Robert A. Johnson

La gente queda tan hastiada de los ciclos y callejones sin salida del romance, que comienza a preguntarse si existe algo que sea "amor".
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Pues sí, existe. Pero a menudo debemos efectuar cambios de actitud muy profundos antes de poder apreciar qué es el amor y hacerle un espacio en nuestras vidas.

El amor entre seres humanos es una de las realidades absolutas de la naturaleza humana. Del mismo modo que el alma - Psique - era una de las deidades del panteón griego, también lo era el amor: se llamaba Eros.

Los griegos entendían que, como un arquetipo del inconsciente colectivo, el amor era a la vez eterno y universal en la humanidad. Para ellos, eso bastaba para considerarlo un dios.

Dado que el amor es un arquetipo, tiene un carácter propio, trazos específicos, su propia "personalidad". Igual que un dios, el amor se comporta en el inconsciente como una "persona", un ser separado de la psique. El amor se diferencia del ego; el amor existía antes de que le ego ingresara al mundo. Cuando mi ego parta, el amor seguirá aquí. No obstante, el amor es algo o "alguien" que vive dentro de cada cual. El amor es una fuerza que actúa desde adentro, permite que el ego mire fuera de sí mismo, para ver a nuestros semejantes como algo a ser valorado y tratado con cariño, no apenas algo para ser usado.

Por lo tanto, cuando digo que "amo", no soy yo quien ama sino, en realidad, es el Amor que actúa a través de mí. El amor no es algo que hago sino algo que soy. El amor no es un quehacer sino un estado del ser: un vínculo, una ligazón con otro ser mortal, una identificación con él o ella que simplemente fluye dentro de mí y a través de mí, independientemente de mis intenciones o mis esfuerzos.

Este estado del ser puede expresarse en lo que hago o del modo en que trato a la gente, pero nunca puede reducirse a un bloque de "tareas" o de actos. Es el sentimiento interno. Mucho más de lo que solemos notar, el amor concreta mejor su alquimia divina cuando seguimos el consejo de la Cordelia de Shakespeare: "Ama, y permanece en silencio."

El amor existe, ajeno a nuestras opiniones sobre lo que debería ser. Por más fabulaciones o más egoísmos que justifiquemos en nombre del "amor", aun así sus caracteres permanecen inmutables. Su existencia y su naturaleza no dependen de mis ilusiones, mis opiniones o mis trampas.

El amor es algo distinto de lo que nuestra cultura nos llevó a esperar, es diferente de lo que nuestros egos desean. Se distingue del palabrerío sentimental y de los éxtasis impostados que enseñaron a aguardar. El amor surge como algo real, es lo que en verdad somos y no lo que nuestros egos exigen.

Es preciso que sepamos esto del amor. De otra manera, nunca lograríamos observar honestamente los engaños que nos hacemos. A veces la gente dice: "No quiero ver mis ilusiones; si me quitan mis ilusiones, ¡no me quedará nada!" Parece que pensamos el amor como "obra del hombre", como si lo hubiésemos inventado en nuestras mentes.

Aunque el amor romántico no se convirtió en lo que pensábamos, todavía existe en nosotros un amor humano innato, y este amor seguirá con nosotros incluso después de que se hayan disuelto nuestras proyecciones, nuestras ilusiones, y nuestros artificios.

El amor humano está tan oscurecido por las impostaciones y las conmociones del romance, que casi nunca buscamos el amor por sí mismo, y cuando vamos en pos de él difícilmente sabemos qué buscar. Pero a medida que entendemos las características y las actitudes del amor, podemos comenzar a advertirlo en nosotros, revelado por nuestros sentimientos, en el espontáneo fluir de la calidez que surge hacia otra persona, en los pequeños e imperceptibles actos de vinculación que configuran la trama secreta de nuestras vidas cotidianas.

El amor es el poder que dentro de nosotros afirma y valoriza a otro ser humano tal como es. El amor humano ratifica a la persona que está realmente allí, en vez del ideal que preferiríamos o de las proyecciones que fluyen desde nuestras mentes. El amor es el dios interior que abre sus ojos ciegos a la belleza, al valor y la calidad de otra persona. El amor nos induce a valorizar a esa persona como un self total individual, y esto significa que aceptamos tanto sus lados negativos como sus lados positivos, las imperfecciones a la par de las cualidades admirables.

Cuando se ama verdaderamente a otro ser humano y no una proyección, se ama la sombra igual que todo lo demás. Se acepta la totalidad de la otra persona.

El amor humano hace que el hombre vea el valor intrínseco de la mujer; por eso lo impulsa a honrarla y atenderla, en vez de tratar de utilizarla para los propósitos de su ego. Cuando lo guía el amor, él se preocupa por las necesidades y el bienestar de ella, y evita centrarse en sus propios deseos y caprichos.

El amor altera nuestro sentido de importancia. Mediante el amor vemos que el otro ser tiene en el cosmos tanto valor como uno mismo, se vuelve importante para nosotros que esa persona también logre ser entera, que viva plenamente, que encuentre la alegría de vivir, así como satisfacemos las propias necesidades.

(continuará...)

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