miércoles, 21 de octubre de 2009

Hipatia de Alejandría - V


VI


Nos quedan de Synesius siete cartas escritas a Hipatia. Estas cartas no nos dejan ninguna duda sobre el ardor de la naturaleza de los sentimientos del Obispo de Ptolomeo. Él la llama su benefactora, su maestra, su hermana, su madre. Busca, sin poder encontrarla, una palabra, un vocablo, un símbolo que pueda rendir todas las ternuras que desbordan su corazón.


"A pesar de todo, aunque los muertos olvidan en los infiernos, le escribió un día, yo todavía me acordaré de mi querida Hipatia. ¡Sólo por tí sería capaz de despreciar mi patria!". En otro lugar le consulta sobre el valor de sus obras, declara atenerse ciegamente a sus juicios, esperando de sus labios adorados la condena irrevocable des versos o su consagración definitiva delante de la posteridad. Es de ella y por ella sólo que espera los consuelos hacia los cuales suspira su alma afligida de dolores. "El corazón de Hipatia es, con la virtud, su más profundo asilo". (Carta LXXXI, 80).


Una de las más curiosas cartas de Synesius, es aquella que sirve de dedicatoria al envío del Tratado de los Sueños. "Este libro, escribe, ha sido compuesto en su totalidad en una sóla noche, tras la orden que recibí en una visión. Hay dos o tres pasajes que los veo extraños a mí mismo, yo era un oyente". Place a los discípulos de Schilling ver en este pasaje un argumento en favor de la teoría del inconsciente, nosotros preferimos constatar la acción telepática de aquella que él nombra como su musa. Si no designa de modo más claro el ángulo de su visión, es porque se sabía entendido con medias palabras. Otra carta, no menos interesante que aquella que la precede, es el epígrafe que Synesius, ya retirado en el campo, donde se esfuerza por rehacer su mala salud, de dirige a la joven para anunciarle el envío de un hydrocopio. Este instrumento, sobre la construcción del cual sólo tenemos una vaga idea, servía, según describe la propia etimología de la palabra, para pesar y para examinar el agua que consumía el ilustre enfermo.


Pero, por grande que pudiese ser su adoración por Hipatia, esta piadosa ternura no le impide dedicarse por entero a sus deberes familiares, ni entregarse por completo al culto que debe a la compañera de su vida. "Conserva a mi hermana y a mis dos niños, oh Cristo, se lamentaba en una de sus más bellas elaboraciones líricas; que tu mano proteja mi apacible hogar; que la enfermedad y el dolor no alcancen nunca a mi lecho nupcial, que no conoció jamás amores furtivos" (Himno VIII).


Y, algo más tarde, la silla episcopal de Ptolomeo le fue ofrecida. Ved con qué noble firmeza declara no querer separarse de su esposa por los siglos. "El mismo Dios y la ley me han otorgado una esposa de la mano sagrada de Teófilo: en alto declaro que yo no voy a dejarla". Ahora bien, esto fue escrito en el 409, es decir en una época de su vida en la que su corazón estaba pleno de Hipatia, su mística esposa. Nada hace suponer también que la madre de sus hijos se haya sentido alguna vez ofendida por un cariño tan puro, tan ideal, tan sagradamente libre de todo apego hílico. Contrariamente a la creencia de ciertos historiadores, creemos que se opuso a la ley eclesiástica y que Synesius mantuvo a su esposa, a pesar de su elevación al supremo sacerdocio, como había mantenido a su Hipatia, a pesar de su matrimonio.

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