domingo, 25 de octubre de 2009

Hipatia de Alejandría - VI

VII


Esta dulce un
ión de corazones entre el pontífice y La Filósofa se prolonga algunos años todavía, pero es probable que Synesius no viviese más allá del año 413. Mil males habían venido a descargarse, poco a poco, sobre su patria y su familia. Vió morir sucesivamente a sus tres hijos y a la Cirenaica caer presa de los Bárbaros. Hay que añadir a estas atroces aflicciones del alma los lacerantes sufrimientos del cuerpo, como si el destino no hubiese querido ahorrarle nada de lo que un hombre puede aguantar aquí abajo.

Bajo la carga aplastante de sus dolores, todavía está cerca de su querida Hipatia, a la que va a buscar no por consuelo, porque eso no es posible para él, sino por esa acre voluptuosidad que se experimienta al manifestarlo a su amada y poder compartir ese dolor con nosotros.


"Es desde este lecho, donde me retiene la enfermedad, en donde he dictado para tí esta carta; y pueda encontrarte en buena salud, oh mi madre, ma hermana, mi maestra, a quien debo tantos beneficios y que merita, para mí, todos los títulos de honor... El pensamiento de mis hijos muertos me llena de dolor. Synesius habría de prolongar su existencia hasta el día en que conociese la aflicción. Como un torrente por mucho tiempo contenido, la desgracia cayó sobre él de un golpe; mi felicidad se desvanece. Plazca a Dios que yo deje de vivir, o deje de recordar la pérdida de mis hijos". Conmovedora carta en verdad, la cual es una prueba mayor, una prueba suprema de la pureza de su amor. La mano desfalleciente de Synesius no puede sostener la pluma, pero no vacila en confiar a una mano extraña el cuidado de fijar sobre el papiro la expresión ardiente de sus castas ternuras.

Esta décima carta es todavía dirigida a Hypatia, la última de las que escribió o dictó, como si hubiese querido dejar a la mujer noble la dulce seguridad de que su último pensamiento había sido para ella.


El destino, que parecía haber agotado todas sus crueldades sobre Synesius, le ahorró por lo menos la más atroz. No vió morir a Hipatia.


Sobre esta muerte, tratemos de contarla.

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