lunes, 7 de noviembre de 2011

Genio y Espíritu - II


Gilles Quispel

Traducción: +Thelarbus

En general, los judeo-cristianos expresaron su fe en categoría judía. Una de las características más sorprendentes e impactantes, incluso de su teología es la pneumatología del Ángel.


La expresión "Ángel del Espíritu Santo" se encuentra en la "Ascensión de Isaías", probablemente de Alejandría. Allí, el Espíritu Santo es un ángel, y sin embargo, adorado:


"Y vi que el Señor y el segundo ángel y los otros, estaban de pie ante Él. Y este segundo ángel que yo veía, se encontraba a la izquierda del Señor. Y yo preguntó: "¿Quién es este?", y el que me conducía me dijo: "Adórale, porque es el ángel del Espíritu Santo, que ha hablado por tu boca, por la de todos los otros justos". (9, 35-36).

Sin embargo, esto no es un caso aislado. Nos encontramos con el mismo concepto en la Biblia, en Hechos 8:26-29. Allí se dice que un ángel del Señor ordenó a Felipe que fuese al camino que conducía de Jerusalén a Gaza; con lo que el Espíritu le dice que vaya en la carreta del eunuco etíope. Esto no parece ser nada más que una variación del mismo tema. En la fuente del Evangelio de Lucas, el Espíritu fue concebido como un ángel, un mensajero de Dios. A veces se dice que la historia de
Felipe y el eunuco es una leyenda que circuló en círculos helenísticos, y rivalizaba con la historia de la conversión de Cornelio del capítulo 10. Sin embargo, el muy arcaico concepto del Espíritu como un ángel parece dar a entender que la historia no tiene un origen "helenístico", sino "hebreo".

Una visión algo diferente fue inspirada en un pasaje de Isaías 11:02. Allí se cuenta cómo el Espíritu descansa sobre el
Mesías. Es posible interpretar que este espíritu es septenario. Y, este hecho, condujo a la idea de que hay siete espíritus ante el trono de Dios. Encontramos esto en el Apocalipsis de Juan, el escrito que junto con las Cartas de Santiago y Judas, es el que más se acerca, de todos los libros del Nuevo Testamento, a la mentalidad judeo-cristiana. Pero si tenemos en cuenta que los siete espíritus son diferentes aspectos de un mismo Espíritu, entonces descubrimos que hay un esquema subyacente trinitario en Apoc. 1:4-5:

"Juan a las siete iglesias que están en Asia: La Gracia sea con vosotros, y paz del que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de su trono; y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, y príncipe de los reyes de la tierra."

Hallamos el mismo concepto en Clemente de Alejandría, donde no se esperaba. Estaba claro que obtuvo su punto de vista de una tradición alejandrina de origen judeo-cristiana con la que sólo se identifica parcialmente. La idea general de esta fuente es que Dios está por encima de todas las cosas: su Hijo le está subordinado, que es el rostro de Dios. En el Hijo se encuentran los siete protoktistoi, los ángeles que fueron creados en primer lugar. Después de eso, los arcángeles y los ángeles cerca del hombre. Resulta completamente claro el hecho de que estos siete protoktistoi representan al Espíritu Santo. Es por esta razón que tenemos derecho a hablar sobre una pneumatología del ángel en Clemente de Alejandría. Para nuestros propósitos es importante tener en cuenta lo fácil que era para la imaginativa mente de los judeo-cristianos dividir al Espíritu en ángeles; también esta tradición fue conocida en Alejandría.


Después de estas observaciones preliminares, podemos comenzar con la discusión que nos ocupa.


El concepto de un genio o "daimôn" era bien conocido por los Judíos de Palestina en la época helenística, que llamó al ángel guardián "iqonin" (icono, imagen) y lo consideró como la imagen exacta y la contraparte del hombre a quien pertenecía. Los cristianos de Palestina se hicieron cargo de este concepto como se muestra en Hechos 12:15. Allí, el ángel guardián de Pedro, y no el mismo Pedro, se dice que está de pie ante la puerta. Este, como muchos otros elementos judeo-cristianos, fueron aceptados por el cristianismo arameo que se centró en Edesa. En el "Testamentum Domini" (Rahmani, p. 97) se dice: "Porque de todas las almas, la Imagen (salma) o tipo, está de pie ante el rostro de Dios, incluso antes de la fundación del mundo".


La palabra siríaca utiliza aquí está relacionada con la hebrea "selem", que se utiliza en Génesis 1:27 para indicar la imagen de Dios en el hombre. Ciertamente es una impresionante interpretación de este pasaje: que no es la apariencia exterior del hombre, o su razón, o su libre voluntad, sino su eterno e inconsciente Self trascendental, el que es la verdadera imagen de Dios. Esta noción del Icono ya era conocida en Edesa en una muy temprana fecha, si aceptamos que el Evangelio de Tomás fue escrito alrededor del año 140 A.D. Su Logion 84 dice lo siguiente:

"Jesús dijo: Cuando veis lo que os asemeja, os alegráis; pero cuando veáis vuestras imágenes, que llegaron a ser en vuestro comienzo, que ni mueren ni se manifiestan, ¿cuánto soportaréis?."


El hombre se complace cuando mira a su aspecto exterior como reflejado en un espejo. Pero cuando ve su imagen, "eikôn", o ángel guardián que ahora está en el cielo, contemplar el rostro de Dios desde que el mundo fue creado, ¿será capaz de soportar este encuentro con su Ser real?



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