VII
Después de la muerte de Théodat, Etienne se convirtió en el Jefe indiscutible y en el Doctor de la Gnosis.
Su santidad, su conocimiento, su benevolencia eran conocidos en toda la diócesis. La Doctrina se extendió como un río. Las almas amantes de ideal se reconfortaban.
De repente la tormenta agitó estas aguas tranquilas y profundas.
Un clérigo, a sueldo de un caballero Normando, el Barón del Duque Ricardo, llegó a Orleans para sentarse en los célebres bancos de la Escuela Episcopal. Etienne y Lisois percibieron su inteligencia, su sed de saber, su franqueza de alma y él admiraba las enseñanzas secretas de la Gnosis. Cuando este clérigo, llamado Heribert, volvió con su señor, le habló con entusiasmo y profunda fe de la doctrina celestial que había recibido en el seno de la Escuela mística. El caballero, el rudo Aréfast, lejos de gustar de esta doctrina, denunció al duque y al rey la enseñanza y a los Doctores. Robert, estrecho de mente, con un corazón dudoso y un carácter servil, se alteró ante la sospecha de herejía. No viendo, además, toda doctrina esotérica, más que como un ataque contra su autoridad. Ordenó al caballero su vuelta a Orleáns, para espiar a los Heréticos y revelarle sus nombres, reservándose el derecho de hacer su bárbara justicia. Aréfast partió, se detuvo en Chartres y recibió de un canónigo de Notre-Dame, las instrucciones que debían ayudarle a descubrir a la secta y a los sectarios.
"Le recomiendo a usted, le dijo este sacerdote, que finja ser un adepto. Hágase iniciar en los misterios para que, por la gloria de Dios y la salvación de esta corona y de la santa Iglesia, pueda develar al Rey lo que habrás aprendido".
continuará.../...
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