2. El Oráculo dice que la profundidad del alma está en su triple poder Gnóstico, intuitivo, diamental y glorioso, pero que todos sus ojos son sus triples energías gnósticas, ya que el ojo es el símbolo del conocimiento, pero es la vida del deseo, y cada uno de ellos es triple. Mas la tierra, de donde es necesario que el corazón se eleve, significa todas las cosas materiales y mutables en la generación, por ejemplo, la vida terrestre y todas las demás formas corporales. A lo que sigue, añade el Oráculo, la contemplación de la Monada Paterna, la alegría pura en referencia a esta contemplación y una tranquilidad inquebrantable de esta demarcación intuitiva. De aquí es evidente que lo bueno de esta contemplación es una mezcla de aprensión y la alegría que naturalmente la acompañan, pues a toda vida que posee una energía que es por naturaleza fácil y rápidamente liberada le es dado un placer innato. El himno del Padre no consiste de discursos compuestos ni de la preparación de ritos sagrados, pues siendo sólo incorruptible no recibe himnos corruptos. Por lo tanto, no imaginemos que podemos persuadir al Maestro de los verdaderos discursos con un huracán de palabras, tampoco mostrándonos o desfilando adornados con ritos artificiales, pues Dios ama lo simple, la belleza de la forma sin adornos. Por ello, consagremos este himno a Dios, como una asimilación de nuestra semejanza a Él; vivamos esta esfera terrestre, que es de una naturaleza transitoria, lleguemos a nuestro verdadero fin, conozcamos al Maestro, amemos al Padre, obedezcamos al llamado, corramos hacia el calor alejándonos del frío; convirtámonos en fuego y viajemos a través de la vida. Tenemos un sendero rápido y fácil para ascender al Padre, el Padre guiará señalando el camino del fuego; no flotemos en la vil corriente del Leteo, el río del olvido.
3. El cuerpo puede ser la raíz del mal, de la misma manera en que el intelecto puede ser la raíz de la virtud. Pues la virtud florece para las almas en la región celeste, mas el mal llega a las almas desde lo peor, en la región de la materia. Arrojar el mal hacia la región material, eliminado de nuestra naturaleza, permitirá al a1ma ir hacia dondequiera que aspire. Esta temporalmente distribuida a toda la generación o naturaleza material, desde el momento que los males están aquí y por necesidad se mueven en este lugar y alrededor de él. Nuestro cuerpo es una parte de la generación o de la esfera del tiempo y los sentidos; pero otra parte, el alma, está capacitada para actuar liberada por el poder de la generación, mas no puede conquistar el todo de la generación, a menos que nosotros destruyamos el ser o esencia de ella. Por lo tanto debemos arrojarlos celosamente y con ahínco hacia la esfera material, de donde los sacó el alma; ya que las cosas materiales tienen la materia como nodriza; la "no-extinción" o el no restringir de las tendencias de la mente hacia lo peor no se relaciona con una mera desaparición temporal de ella, de la misma manera que todas las pasiones que están restringidas en un cierto ser están contenidas en él y lo llenan con su propio calor. Mas en lugar de limitarlas, arrójalas fuera, no manteniendo dentro sino sólo lo que se rebasa. En referencia a lo que dice el oráculo: No llenes el espíritu a través de lo que se encuentra interno o escondido. Pero la envidia es material porque mora con la privación de bienes; la privación coexiste con la materia improductiva. La raza teúrgica es benéfica y devota en una imitación celosa de la bondad de Dios, y no es puesta al alcance de la pugnacidad y enemistad de los hombres. Estas pasiones están encerradas en las almas, impartiendo al espíritu cierto carácter material y llenándolo con privación material y falta de vida.
4. El alma consistente, de acuerdo con su Poder diamental, es cognoscitiva de los seres verdaderos o divinos. Mas estableciéndose en la vida intelectual de su esencia peculiar, conoce todas las cosas por intuiciones simples e impartibles. Ascendiendo hacia la unidad, y doblando y dejando a un lado toda multitud que esté en sí misma, energiza entusiastamente y está unida a la hyparxis superintelectual, ya que en todas partes lo semejante está unido a lo semejante, y todo conocimiento a través de la similitud esta atado a lo que es sabido por el conocedor, a los objetos sensibles u objetos de percepción sensible, lo perceptivo; a los cogitables, lo diamental, al inteligible, a lo intuitivo, y por ello, también a lo que es primero, al intelecto; la flor del intelecto también le corresponde. Pues en otras cosas, el intelecto no es lo más alto sino la causa superior del intelecto; de esta manera, en las almas la primera forma de energía no es intelectual, sino aquello que es mas divino que el intelecto, y cada alma y cada intelecto tienen dos energías; a saber, la única, que es mejor que el intelecto; y la intuitiva. Es por ello necesario que entendamos este inteligible, que existe per se, y la hyparxis, habiendo cerrado nuestros ojos a todas las demás vidas y poderes. Por ello al volvernos noeídicos comprendemos el intelecto, así, al convertirnos en seres uniformes, ascendemos a la unidad, permaneciendo en la cumbre característica del intelecto, desde el momento que el ojo no puede ver el Sol, a menos que este formado solamente y no por medio de la luz del fuego. Más aún, es claro que este inteligible no puede ser comprendido por un proceso de raciocinio. Más como dice el Oráculo, si aplicas tu intelecto llegarás por intuiciones especulativas a tener contacto con el inteligible y de esa forma lo comprenderás como cuando entiendes algo en particular, es decir, no puedes asir al inteligible tomándolo de acuerdo con cierta medida de forma y conocimiento, pues por muy fuertes que sean tales intelectos simples, están privados de la simplicidad única del inteligible y son llevados a condiciones secundarias del intelecto, procediendo a multitud de cosas comprensibles; pues ningún objeto de conocimiento es comprendido a través del conocimiento inferior o por medio de él; tampoco es sabido lo que es superintelectual a través del intelecto, pues de pronto el intelecto se lanza o proyecta en cierta cosa y pronuncia que eso o aquello es entendido, cuya sentencia es la segunda del inteligible. Mas si por medio de la flor de nuestro intelecto comprendemos este inteligible establecido en la cumbre de la primera tríada inteligible, ¿nos unimos por cierta relación que esta desordenada con todas las cosas y no participable? Pues si el primer Padre, según dice el Oráculo, se separa él mismo del intelecto y del poder ¿qué es aquello que no se necesita de tal manera que deba ser retirado, pero que es separado o aislado de todas las cosas simplemente y es celebrado como el Dios de todo? ¿Es esto comentado por el Oráculo en otro sitio acerca del padre primordial? Y en relación del primer poder de la sagrada razón, ¿qué es aquello que está arriba de ésta y esta dicho por el Oráculo que es sagrado? Y si la razón brillante es tenida por el Oráculo como la razón más inefable, es necesario que antes de la razón subsista el Silencio como un principio de ella o como un principio productivo, y primero a toda razón sagrada como causa deifica. Así como más allá de los inteligibles están las razones, o principios productores de los inteligibles (las cosas unidas) de la misma manera el principio productivo en ellas subsiste de otra unidad más inefable; aunque hay una razón del Silencio de inteligibles callados. Tal vez esta flor del intelecto no es la flor de nuestra alma completa. Sin embargo, ésta (la flor del intelecto) es la más exclusiva de nuestras vidas intelectuales, y ésa, la flor del alma, es la de todos los poderes físicos, siendo ambas multiformes. Pues nosotros no somos solamente intelecto, sino razón discursiva, opinión, atención y voluntad, y antes que estos poderes somos esencia, una y múltiple, partícipes e impartícipes, y la que se muestra brillante es de dos formas: una es la flor del alma, que es el primero de nuestros poderes; la otra es la esencia total del centro y de todos los poderes alrededor de ella; más ésta (la flor de la mente) sola nos unifica con el padre de los inteligibles, ya que la unidad es intelectual, más esto es comprendido por el intelecto paterno de acuerdo con la unidad que se halla en él. Pero la unidad a la que se aproximan todos los poderes físicos y en la que se centran y unen en forma natural nos conduce al principio que está más allá de todos los seres, y es el poder unificante de todo lo que hay en nosotros. Así pues, estamos plantados o enraizados en este principio esencialmente, y al estar enraizados aun cuando descendamos de la región inteligible, no seremos apartados de nuestra causa.
5. La filosofía dice que el olvido de las razones eternas es la causa de la partida del alma de los dioses, y que una reminiscencia del conocimiento de estas razones, o ideas, es la causa del retorno hacia ellos; pero el Oráculo declara que el olvido y la reminiscencia de los símbolos paternos son, respectivamente, las causas del alejamiento y el retorno. Ambas declaraciones están en armonía, pues el alma está constituida por razones intelectuales y símbolos divinos, de los cuales las primeras proceden de especies intelectuales y los últimos de las unidades divinas; nosotros somos imágenes de las esencias intelectuales, pero somos estatuas de los símbolos desconocidos, y de la misma manera que todas las almas son una plenitud de formas subsistiendo simple o totalmente de acuerdo con una causa, así también participa de todos los símbolos y por medio de ellos se encuentra unida a las cosas divinas, más el hyparxis del alma en la unidad se encuentra dividida o separada de tal forma que toda la multitud en el alma es conducida a una cumbre. Pero es necesario saber esto: que cada alma difiere de otras de acuerdo con una forma específica, y que hay tantas almas como especies de ellas. Pues hay, primero y de acuerdo con una forma, una hipóstasis o fundamento individual, forma únicas acerca de la materia y los componentes de los seres, habiendo una naturaleza sujeta que participa en varias maneras de la misma forma; entonces, la esencia del alma es la razón y la forma simple, y hasta este punto un alma no diferirá respecto de otra esencialmente, pero sí en cuanto a forma, pues tan sólo en el carácter ya difiere. Mas es solo la forma, de aquél que es evidente que todas las almas, aunque se hallen al mismo grado repletas de las mismas razones, le es distribuida una forma distinta de las otras, de la misma manera que la forma solar caracteriza el alma solar, y a otra forma, otra alma.
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