Por Gilles Quispel
Traducción: +Thelarbus
VIDA
Saulo nació en Tarso, una ciudad griega de la provincia de Cilicia (Anatolia), hoy en Turquía: Tsjai Tarso, al norte del Líbano. Sus padres habían adquirido la ciudadanía romana y había adoptado el nombre de su patrón en la capital, la familia Paulus. Es por eso que Saulo fue llamado también Pablo desde su nacimiento.
Como su padre, trabajaba en la industria textil, por lo cual Cilicia era famosa. El evangelista Lucas, en los Hechos de los Apóstoles (18:03) lo llama "un fabricante de tejidos", es decir, fabricante de tejidos con pelo de cabra, técnica típica de la patria de Pablo. La familia, así como el mismo Pablo, parece que estaba bien asentada económicamente. En sus cartas se queja de muchas cosas, pero nunca de penurias económicas.
A lo largo de su vida, Pablo ha sido siempre un ciudadano, un hombre de ciudad. No entiende nada de horticultura o agricultura. Este tipo de persona es fácil que pueda imaginar un olivo silvestre injertado en un olivo cultivado (Romanos 11:17). En su primera carta a los Corintios (9:9) explica a su manera, si el mandato tan humano del Primer Testamento: "No pondrás arreos al buey que pisa la hierba". De acuerdo con sus escritos esto tiene un sentido figurado, e indica que un misionero puede vivir de las contribuciones de sus neófitos. Se pregunta: "¿Es que Dios se preocupa de los bueyes?". Se supone que la respuesta a esa pregunta es "no", mientras que, obviamente, la respuesta correcta es "sí".
Pablo y su familia pertenecía a la secta severa y estricta de los fariseos. Algunos comentaristas hacen demasiado caso de este hecho histórico, así como de su conocimiento del arameo, que fue traicionado por algunos supuestos Arameísmos que se mostraban entre el griego de sus letras, e incluso la infundada presunción de que habría tenido su formación religiosa y teológica en Jerusalén, ciudad monolíticamente ortodoxa. Esto probaría que Pablo era siempre un pensador típicamente judío y no helenístico; porque según esta escuela todos los Judios eran iguales, aunque los Judios palestinos, una pequeña minoría, eran más judíos que sus compatriotas helenísticos en la diáspora.
El mismo Pablo habla de su pasado fariseo con una expresión tan grosera como "mierda", en griego skubala (Filipenses 3:8). Su experiencia religiosa le había librado de esta educación formal y externa.
Pablo describe este evento como un viaje celestial hacia el tercer Cielo y el paraíso, donde había visto y entendido al Cristo divino y eterno, un contacto directo e inmediato con Dios sin la intervención de la Escritura ni de la exégesis rabínica (2 Corintios 12,2-4). En los Hechos de los Apóstoles, Lucas declara que esta experiencia, o una similar, había tenido lugar en el camino hacia Damasco, cuando Pablo estaba persiguiendo a los seguidores de la nueva religión. Esto debe haber ocurrido alrededor del año 34 D.C.
Unos años más tarde, lo hallamos como misionero de la congregación cristiana de Antioquía, y hablar a los habitantes de Asia Menor.
Cuando volvió a Antioquía, se opuso abiertamente a Pedro en una disputa sobre la validez de la ley judía para los cristianos de origen judío (Gálatas 2). Pedro era un hombre equilibrado, mientras que Santiago, en Jerusalén, estaba a la derecha, y Pablo en la extrema izquierda. Aunque el apóstol de las naciones no lo admite en estos términos, está claro que Pablo perdió el debate. Tras esta confrontación nunca volvió a visitar Antioquía. Se convirtió en un lobo solitario que durante el resto de su vida estuvo comprometido en una prolongada controversia con sus compatriotas y con sus correligionarios de origen judío.
Pablo fue a la región que le era tan familiar, Cilicia y, posteriormente a Occidente. Llegó a Troas, sobre las ruinas de la antigua Troya, cruzó el Helesponto hasta Macedonia y llegó a Atenas, donde pronunció su famoso discurso sobre el Dios Desconocido. Por lo tanto, finalmente concentró su atención en las grandes ciudades, donde el futuro del cristianismo se decidiría. Durante más de un año y medio trabajó con éxito en Corinto, después más de dos años en Efeso, la capital próspera y magnífica de la provincia de Asia, que ocupaba gran parte de la actual Turquía. Aquí entró en conflicto con los seguidores de la Gran Madre, Artemis en su templo de renombre mundial. Al final tuvo que abandonar la ciudad. Su esfuerzo misionero en Éfeso había fracasado completamente.
En los Hechos de los Apóstoles, el historiador y evangelista Lucas dice que Pablo partió para Jerusalén, sin duda, para entregar las contribuciones de los cristianos de origen no judío a la metrópolis, que gozaban de una regla determinada.
Durante una visita al templo una multitud hostil intentó agredirlo, pero los romanos lo detuvieron para salvarlo. Apoyándose en su ciudadanía, prefiere apelar al emperador. Tras un viaje lleno de aventuras consigue llegar a la capital. Es posible que quedase allí, más o menos prisionero, durante un período considerable, del 53 al 64, la fecha del incendio de Roma.
Su plan de viajar a España no se realizó. Estaba frío con sus antiguos amigos: Juan Marcos, Bernabé, Demas. Todos los cristianos de la gran provincia de Asia le habían abandonado para unirse a sus oponentes, los judeo-cristianos legalistas. Santiago, el hermano más conservador de Jesús, gobernaba y dominaba la congregación madre de Jerusalén. También parece que Pedro habia venido desde Antioquía hasta Roma para poner fin a las disputas entre los cristianos paulinos y los Judios y judeo-cristianos de Roma, que Pablo había provocado con sus comentarios muy audaces y duros sobre la moral de sus compatriotas en su Carta a los Romanos. El Apóstol de las naciones no tenía prácticamente ningún seguidor cuando murió decapitado, dicen, hacia el año 64 de nuestra era, cerca del Puerto de Ostia.
Sin embargo, como señala acertadamente Michael Grant en su monografía sobre San Pablo, este hombre cambió el mundo más que Alejandro el Grande o Napoleón, mediante su pluma.
Un poco como Aleksandr Isayevich Solzhenitsyn, que se le asemeja de muchas maneras.
Traducción: +Thelarbus
VIDA
Saulo nació en Tarso, una ciudad griega de la provincia de Cilicia (Anatolia), hoy en Turquía: Tsjai Tarso, al norte del Líbano. Sus padres habían adquirido la ciudadanía romana y había adoptado el nombre de su patrón en la capital, la familia Paulus. Es por eso que Saulo fue llamado también Pablo desde su nacimiento.
Como su padre, trabajaba en la industria textil, por lo cual Cilicia era famosa. El evangelista Lucas, en los Hechos de los Apóstoles (18:03) lo llama "un fabricante de tejidos", es decir, fabricante de tejidos con pelo de cabra, técnica típica de la patria de Pablo. La familia, así como el mismo Pablo, parece que estaba bien asentada económicamente. En sus cartas se queja de muchas cosas, pero nunca de penurias económicas.
A lo largo de su vida, Pablo ha sido siempre un ciudadano, un hombre de ciudad. No entiende nada de horticultura o agricultura. Este tipo de persona es fácil que pueda imaginar un olivo silvestre injertado en un olivo cultivado (Romanos 11:17). En su primera carta a los Corintios (9:9) explica a su manera, si el mandato tan humano del Primer Testamento: "No pondrás arreos al buey que pisa la hierba". De acuerdo con sus escritos esto tiene un sentido figurado, e indica que un misionero puede vivir de las contribuciones de sus neófitos. Se pregunta: "¿Es que Dios se preocupa de los bueyes?". Se supone que la respuesta a esa pregunta es "no", mientras que, obviamente, la respuesta correcta es "sí".
Pablo y su familia pertenecía a la secta severa y estricta de los fariseos. Algunos comentaristas hacen demasiado caso de este hecho histórico, así como de su conocimiento del arameo, que fue traicionado por algunos supuestos Arameísmos que se mostraban entre el griego de sus letras, e incluso la infundada presunción de que habría tenido su formación religiosa y teológica en Jerusalén, ciudad monolíticamente ortodoxa. Esto probaría que Pablo era siempre un pensador típicamente judío y no helenístico; porque según esta escuela todos los Judios eran iguales, aunque los Judios palestinos, una pequeña minoría, eran más judíos que sus compatriotas helenísticos en la diáspora.
El mismo Pablo habla de su pasado fariseo con una expresión tan grosera como "mierda", en griego skubala (Filipenses 3:8). Su experiencia religiosa le había librado de esta educación formal y externa.
Pablo describe este evento como un viaje celestial hacia el tercer Cielo y el paraíso, donde había visto y entendido al Cristo divino y eterno, un contacto directo e inmediato con Dios sin la intervención de la Escritura ni de la exégesis rabínica (2 Corintios 12,2-4). En los Hechos de los Apóstoles, Lucas declara que esta experiencia, o una similar, había tenido lugar en el camino hacia Damasco, cuando Pablo estaba persiguiendo a los seguidores de la nueva religión. Esto debe haber ocurrido alrededor del año 34 D.C.
Unos años más tarde, lo hallamos como misionero de la congregación cristiana de Antioquía, y hablar a los habitantes de Asia Menor.
Cuando volvió a Antioquía, se opuso abiertamente a Pedro en una disputa sobre la validez de la ley judía para los cristianos de origen judío (Gálatas 2). Pedro era un hombre equilibrado, mientras que Santiago, en Jerusalén, estaba a la derecha, y Pablo en la extrema izquierda. Aunque el apóstol de las naciones no lo admite en estos términos, está claro que Pablo perdió el debate. Tras esta confrontación nunca volvió a visitar Antioquía. Se convirtió en un lobo solitario que durante el resto de su vida estuvo comprometido en una prolongada controversia con sus compatriotas y con sus correligionarios de origen judío.
Pablo fue a la región que le era tan familiar, Cilicia y, posteriormente a Occidente. Llegó a Troas, sobre las ruinas de la antigua Troya, cruzó el Helesponto hasta Macedonia y llegó a Atenas, donde pronunció su famoso discurso sobre el Dios Desconocido. Por lo tanto, finalmente concentró su atención en las grandes ciudades, donde el futuro del cristianismo se decidiría. Durante más de un año y medio trabajó con éxito en Corinto, después más de dos años en Efeso, la capital próspera y magnífica de la provincia de Asia, que ocupaba gran parte de la actual Turquía. Aquí entró en conflicto con los seguidores de la Gran Madre, Artemis en su templo de renombre mundial. Al final tuvo que abandonar la ciudad. Su esfuerzo misionero en Éfeso había fracasado completamente.
En los Hechos de los Apóstoles, el historiador y evangelista Lucas dice que Pablo partió para Jerusalén, sin duda, para entregar las contribuciones de los cristianos de origen no judío a la metrópolis, que gozaban de una regla determinada.
Durante una visita al templo una multitud hostil intentó agredirlo, pero los romanos lo detuvieron para salvarlo. Apoyándose en su ciudadanía, prefiere apelar al emperador. Tras un viaje lleno de aventuras consigue llegar a la capital. Es posible que quedase allí, más o menos prisionero, durante un período considerable, del 53 al 64, la fecha del incendio de Roma.
Su plan de viajar a España no se realizó. Estaba frío con sus antiguos amigos: Juan Marcos, Bernabé, Demas. Todos los cristianos de la gran provincia de Asia le habían abandonado para unirse a sus oponentes, los judeo-cristianos legalistas. Santiago, el hermano más conservador de Jesús, gobernaba y dominaba la congregación madre de Jerusalén. También parece que Pedro habia venido desde Antioquía hasta Roma para poner fin a las disputas entre los cristianos paulinos y los Judios y judeo-cristianos de Roma, que Pablo había provocado con sus comentarios muy audaces y duros sobre la moral de sus compatriotas en su Carta a los Romanos. El Apóstol de las naciones no tenía prácticamente ningún seguidor cuando murió decapitado, dicen, hacia el año 64 de nuestra era, cerca del Puerto de Ostia.
Sin embargo, como señala acertadamente Michael Grant en su monografía sobre San Pablo, este hombre cambió el mundo más que Alejandro el Grande o Napoleón, mediante su pluma.
Un poco como Aleksandr Isayevich Solzhenitsyn, que se le asemeja de muchas maneras.
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