viernes, 14 de octubre de 2011

El Éxtasis de Pablo - VI


EL SEGUNDO ADAN DIVINO

Dr. Gilles Quispel

Traducción: +Thelarbus

De acuerdo con San Pablo, el Cristo es una radiación eterna de Dios, que se incorporará al final de los tiempos en Jesús:

"Fue hecho el primer hombre, Adán era un alma viviente; el último Adán, espíritu vivificante... El primer hombre es de la tierra, terrenal; el último hombre, Anthropos, vino del cielo a la tierra... Y así como hemos traído la imagen del terrenal, Adán, traeremos también la imagen del celestial, Anthropos (que será completado en su totalidad en la eternidad).” (1 Corintios 15:45-49).

El primer hombre es Adán, del que hablan los primeros capítulos del Génesis. El último, Anthrôpos, que vino del cielo a la tierra, es evidentemente la Gloria, el Kabod de Ezequiel, el profeta y el Anthrôpos al que se refiere el Poimandres, el Cristo glorificado.

El hombre nuevo, recreado en Cristo, porta y refleja la imagen de este Anthrôpos celeste. Parece que en San Pablo, como en el Poimandres, este Anthropos que se identifica con el Cristo, sea a la vez el arquetipo del cristiano, en el que Cristo fue configurado. Entonces, el Cristo sería, también según Pablo, la idea ejemplar del hombre nuevo, a la manera de Platón.

CRISTO COMO EL ARQUETIPO COSMICO

Encontramos una concepción similar en la carta a los Colosenses. Puede ser de un alumno de San Pablo pero, para nuestros propósitos, no tiene ninguna importancia. En periodos largos y complicados, el autor argumenta que el Cristo eterno tiene una función cósmica y crea todas las cosas. Esto se hace quizás más claro cuando recordamos que de acuerdo con la Gnosis judía de la que hablamos, no es el Dios Oculto en sí mismo, sino su Gloria, el kabod, que es el "jozêr bereshith", el creador del comienzo.

En el Poimandres tampoco es Dios en sí mismo quien crea, es el Anthrôpos que quiere crear y que, en una versión más primitiva del mito, hace la función de creador del mundo. Pero según el Pablo de la Carta a los Colosenses es una forma del cosmos, pero sobre todo la Ecclesia, que está estrechamente relacionada con el Anthrôpos crístico. Es, con todos sus miembros, el Corpus Christi, el cuerpo espiritual del Hombre divino.


En este contexto, el autor acude a los fieles para atraer al hombre nuevo como si de un abrigo se tratase. El hombre nuevo, el verdadero Yo, que está en proceso de renovarse cada vez más para lograr una Gnosis más profunda, y de reflejar siempre más los trazos del Cristo Cósmico que le ha creado:

"Habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del Cristo que lo creó se va renovando hasta la Gnosis plena." (3:9-10).

Cristo es el arquetipo, el verdadero Ser del hombre nuevo es su imagen, una copia que representa al original. Allí, en San Pablo, encontramos una concepción platónica y hermética.

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