martes, 11 de octubre de 2011

El Éxtasis de Pablo - III


Por Gilles Quispel

Traducción: +Thelarbus

EXPERIENCIA


"Nada se gana con hablar bien de uno mismo. Pero tengo que hacerlo. Así que ahora les voy a contar las visiones que tuve, y lo que el Señor Jesucristo me dio a conocer. Conozco a un hombre que cree en Cristo, y que hace catorce años fue llevado a lo más alto del cielo. No sé si fue llevado vivo, o si se trató de una visión espiritual. Sólo Dios lo sabe. Lo que sé es que ese hombre fue llevado al paraíso, y que allí escuchó cosas tan secretas que a ninguna persona le está permitido decirlas." (2 Corintios 12:1-4).

Es una experiencia muy especial esta de San Pablo. Viajó, al parecer, a través del primer cielo de los siete planetas y atravesó el segundo cielo de las estrellas fijas hasta el tercer cielo en el más allá, donde se encuentra el paraíso, la morada de los bienaventurados y los ángeles. Allí vio al Cristo, que reveló las "voces barbarae", frases incomprensibles
y cargadas de numinosidad, el lenguaje de los ángeles. Y también el Cristo eterno en el palacio celestial le reveló los secretos del otro mundo, destinado exclusivamente a los iniciados en "Las obras del carro que portan el trono divino".

Su estilo balbuceante delata que se trata de una experiencia auténtica y personal. Pero al mismo tiempo, está bien establecido que en los primeros siglos de nuestra era existía un escenario de la ascensión visionaria en el mundo judío.


El propio Talmud dice a su manera que ese tipo de viaje celestial sería peligroso, pero posible. Una vez, dice el Talmud, cuatro rabinos penetraron hasta este paraíso celestial. Uno de ellos se volvió loco, otro murió, un tal Acher se convirtió en apóstata. Solo el rabino Akiva volvió sano y salvo, pero éste era también de una ortodoxia impecable.


¿Por qué Acher llegó a ser un hereje? Porque vio al Ángel del Señor, llamado Metatrón, sentado en el cielo. Sin embargo, en presencia de Dios, los ángeles están de pie. Entonces Acher se preguntó: "¿Podría ser cierto que no hay un único Dios, sino dos principios, dos Dioses?".


Los rabinos de los primeros siglos advierten constantemente contra los herejes que admiten dos principios. Sin embargo, en sus tradiciones esotéricas ellos admiten que hay doctores en Israel que saben combinar esta doctrina tan desacreditada con una ortodoxia más que perfecta. Su enseñanza está contenida en cinco tratados que datan de un período entre el segundo y el cuarto siglo tras el nacimiento de Jesucristo, y describen el paso de algunos rabinos por las siete esferas o los siete palacios celestiales hacia el trono de Dios descrito en Isaías 6.

El más importante de estos tratados es Hekhalot Zutarti, estudiado recientemente por Joseph Dan. Este escrito contiene una Gnosis judía de dimensiones cósmicas, que revela "el secreto del mundo", y declara que, en principio, todo hombre tiene una escala para ascender al Pleroma celestial por sus propias fuerzas y alcanzar la visión de Tetrosia, segundo principio, y el hombre es capaz de hacer todo esto sin autorización de La Sagrada Escritura, y sin apoyarse en las tradiciones exegéticas de los Ancianos.

La escalera recuerda a la escala de Jacob, por la que una vez Jacob vio a los ángeles ascendiendo hacia Dios y descendiendo hacia él (Génesis 28:12). O la escalera de Natanael, a quien Jesús prometió que un día iba a ver el cielo abierto, y
los ángeles de Dios ascendiendo hacia el Hijo del hombre en lo alto y descendiendo hacia él (Juan 1:51).

Pero lo realmente sorprendente es que estos rabinos no llegan a sus conclusiones por una exégesis de Isaías 6 ("He visto al Señor") o del primer capítulo del profeta Ezequiel, que vio la Gloria de Dios bajo la forma de un hombre. Estos rabinos no interpretan las visiones de los profetas, pero ellos tienen la misma experiencia.

"Esta declaración", dice Joseph Dan, "es revolucionaria porque anula y niega la base de las actitudes religiosas de los Judios, que estaban tratando de desarrollar durante el segundo siglo y posteriores."

Esto es exactamente lo que hizo Pablo. Después de haber tenido contacto directo con Dios, ya no necesitaba la Ley. Fue un precursor gnóstico de los gnósticos judíos. A pesar de que siempre ha interpretado la Biblia como Akiba, por otro lado era un renegado como Acher, y por las mismas razones. Tras su ascensión extática también podría afirmar con certeza que hay en realidad dos principios. No era el único.


Existían en esa época algunos círculos apocalípticos que decían que el ángel del Señor que se le apareció a Moisés en la zarza ardiente, Jao-el o Metatron, identificado con el Nombre (el Tetragrammaton, en griego: Jao) y con la Gloria de Dios, también era divino. Este es en el fondo el Logos de Filón de Alejandría, llamado por él como "el segundo Dios". Esta concepción fue condenada mucho más tarde como herejía por el judaísmo rabínico que, entre otras muchas facciones, ganó la supremacía en una lucha secular, como la facción católica en la iglesia cristiana.


La Gnosis judía del Trono deriva de estos medios apocalípticos: Tetrosia Señor Dios de Israel, conteniendo en su nombre una alusión a Tettares, cuatro, el Tetragrammaton, no es más que una variante mal disfrazada de Jao-el, el Ángel del Señor.


La diferencia entre estos apocalípticos y Pablo, es sobre todo que el apóstol identifica a la Gloria luminosa y concreta de Dios que él había contemplado en su experiencia religiosa, con el hombre Jesús el Nazoreo.


Lucas, en tres versiones ligeramente diferentes en los Hechos, parece indicar que Pablo había visto la luz en el camino hacia Damasco. Una luz llegada del cielo le envolvió en su claridad y Pablo cayó al suelo. La alusión al primer capítulo de Ezequiel es más que evidente. El profeta también ve el Kabod, la doxa luminosa y cae al suelo. Esta gloria tiene la forma como de la apariencia de un hombre y reveló a Ezequiel que Dios no abandona a su pueblo, incluso en el exilio. Este es el gran tema de la Gnosis judía, falsamente llamada mística judía, hasta nuestros días.


Se había extendido hasta los principios de nuestra era desde Alejandría, donde tantos Judios vivían en el exilio. De hecho, este capítulo de Ezequiel se había convertido en el núcleo de las especulaciones gnósticas más audaces.


Es el Poimandres, el primer escrito del Corpus Hermético, el que lo prueba.



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