jueves, 13 de octubre de 2011

El Éxtasis de Pablo - V


EL DIOS HOMBRE EN LA GNOSIS

Por Gilles Quispel

Traducción: +Thelarbus

El modelo del Poimandres fue integrado por la secta judía de los Gnostikoi, que es la base de muchos escritos encontrados en Nag Hammadi en 1945.


En el Apócrifo de Juan, como en muchos otros escritos del mismo grupo gnóstico, la figura del Anthropos se revela al mundo
inferior, de manera que los ángeles inferiores dan forma al cuerpo del hombre Adán, o bien a su cuerpo psíquico, de acuerdo a la imagen de este Anthropos divino.

En varios escritos de Nag Hammadi, este Dios-Hombre es llamado Geradamas, Geraios Adam, el "viejo Adán": es exactamente la misma curiosa expresión que se usaría para indicar la Gloria de Dios más tarde, el Adam Kadmaja de la secta judía de los Mandeos que aún existe en Irak e Irán, y la aún más tardía, Adam Kadmon de la Gnosis judía medieval llamada Kabbalística.
Fue en este temprano período, hacia el comienzo de nuestra era y en Alejandría, que la Kabbalah judía nació mucho antes que la Gnosis judía ortodoxa y la palestina del Trono, que no es más que un calco.

La evidencia más antigua de esta Gnosis alejandrina se encuentra en el poeta judío Ezequiel el Trágico, que vivió en Alejandría en el segundo siglo antes de Cristo. Éste describe, en un fragmento que se conserva de su obra, como Moisés, tras su huida de Egipto y antes del éxodo de su pueblo, vio un trono posado en la cima del Monte Sinaí. Sobre él estaba sentado el Hombre (griego: ho Phôs), con una corona sobre su cabeza y un cetro en la mano izquierda. Con la mano izquierda indicó a Moisés que se acercarse al trono, le dio una corona y le pidió que tomase su lugar en el trono a su lado. Entonces las estrellas cayeron sobre las rodillas y adoraron a Moisés como Dios.

El mensajero humano de la revelación al pueblo de lsrael pasa a ser el Dios. La visión de Dios deificado. Para este hombre, Phôs, por supuesto, es la Gloria de Dios como Hombre, que los apocalípticos y los evangélicos llamaron "bar anash", Hijo del Hombre, lo cual no significa otra cosa que el Hombre. Y sin embargo, esta Gloria es idéntica al Dios escondido.


La misma concepción y la misma terminología se encuentra en Zósimo de Panópolis en Egipto. Según dice, este mismo Phôs, esta Gloria de Dios, ha sido seducida por los ángeles inferiores para habitar el cuerpo humano de Adán. Zósimo fue un alquimista. Esta historia revela que el mito del Dios Hombre en ese momento, el siglo IV de nuestra era, había ya sido integrado en la alquimia, en la que sobrevivirá hasta el final de esta ciencia como Rebis andrógino. Zósimo cita y conoce el hermetismo.

Mercurio, Hermes, siempre ha sido el gran dios de la alquimia, madre de la química. Es posible que Zósimo hubiese pertenecido a la logia hermética. Sin embargo, es evidente que transmite una exégesis de la Biblia que prevaleció en algunos círculos muy liberales de la Alejandría judía. Se trata de una interpretación apologética del pasaje tan pintoresco del Génesis (3:8), que describe cómo por la tarde, el Señor desciende al paraíso terrestre de Adán y Eva, y se da un paseo para tomar una bocanada de aire.

Ya en tiempos de Zósimo y, posiblemente hasta antes, esta historia antropomórfica sorprendió a las mentes iluminados. Por esta
razón se inventa que este Señor tan humano, demasiado humano, no era Dios, sino un ser inferior a Dios, Phôs, el Hombre, la Gloria personificación y antropomórfica que se refresca así. Jehová no es Dios. Está claro que los gnósticos y sobre todo Marción, utilizaron este punto de vista para expresar la diferencia entre el Padre de Jesús Cristo y el dios de este mundo. Este es el camino que conduce finalmente a Anatole France y a su libro "Révolte des Anges".

Zósimo se limita a indicar cómo las criaturas inferiores, los ángeles que se identifican con los espíritus de los planetas, persuadieron a este Phôs, que era ingenuo e inocente, para instalarse en el cuerpo del Adán terrenal que ellos habían formado con sus propias manos. Es así que el alma, el elemento divino, ha sido capturada en el cuerpo y sirve como un esclavo de estas potencias mundiales. Esta concepción hermética de la derrota del Hombre celeste influyó más tarde en Mani, cuando esbozó el drama cosmogónico del Archanthropôs o Adam Qadmaia: según él, este Hombre divino y arquetípico dejó el Reino de la Luz para combatir a los poderes malvados y agresivos, pero sucumbió a sus ataques.

Pero parece que tres siglos antes de Mani, e incluso antes del comienzo de nuestra era, el Phôs divino de Alejandría se opone al Adam terrenal, es decir, la Gloria humana y divina vista por Ezequiel en el hombre terrenal del Génesis.


Nos encontramos con la misma dualidad en San Pablo, que también opone al Adán terrestre al Adán celeste, que es el Cristo.


No es necesario suponer que Pablo dependa directamente de la Gnosis Hermética. Pero parece que utiliza un esquema ya existente para expresar la diferencia entre el hombre antiguo y el hombre nuevo.


Así, los escritos herméticos arrojan una luz nueva e inesperada sobre las oscuridades de San Pablo, que son brillantes como el marfil negro.

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